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La hora de la venganza

El daño está hecho. Todos los excesos de la progresía tensaron la cuerda y ahora encuentran respuesta al otro extremo. Así vemos cómo pasamos de un feminismo malentendido y dañino a una masculinidad que raya en la misoginia.

10 de noviembre de 2024
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  • La hora de la venganza

Por Lina María Múnera Gutiérrez - muneralina66@gmail.com

Era solo cuestión de horas. La victoria de Donald Trump ha desatado una ola de burlas y comentarios en todo el espectro de internet que reflejan mucha rabia acumulada y bastante sed de venganza. Tras sentirse afectados por el movimiento woke de los últimos años, son miles los que se han lanzado a las redes para exaltar sin moderación ese otro extremo del péndulo en el que se mueven las sociedades hoy.

Hasta los famosos “heterodoxos”, ese grupo de desilusionados, en su mayoría jóvenes, que se decían desencantados de los políticos y más libertarios que otra cosa, han salido a celebrar el trumpismo que llevaban dentro. Y las frases que han soltado quedan como perlas sueltas en el ciberespacio.

“Kamala Harris es la prueba de que las mujeres no pueden votar”, “Gracias al cielo por todos los vagos de la clase trabajadora”, “Tu cuerpo, mi decisión. Por siempre”, son solo algunas de ellas, fuera de todo el desprecio que han soltado por las artistas estadounidenses que apoyaban a los demócratas. Lo más suave que han dicho es que les permiten que hablen de su maquillaje o de qué ejercicio hacen para mantenerse en forma, pero que en cuanto a su opinión política, que mantengan la boca cerrada.

Alex Jones, Nick Fuentes, Joe Rogan, Sneako, Mr. Beast, Dave Pornoy o Jordan Peterson, personajes con muchísimo alcance en las redes sociales, son solo algunos de los que se han expresado así, confundiendo el tener puntos de vista diferentes o el creer ser librepensadores con una masculinidad tóxica absolutamente innecesaria, pero lamentablemente presente en el siglo XXI.

También es cierto que desprecio ha habido desde el otro lado. Mucha gente llevaba años sintiendo la superioridad moral de quienes dictaban las nuevas pautas de comportamiento y que exhibían una arrogancia insoportable. Se llegó a decir que quien votaba por Trump de repente era un nazi o inclusive solo era basura, así que ahora, envalentonados por esa frase de “Yo soy su venganza”, escupen fuego a diestra y siniestra.

El daño está hecho. Todos los excesos de la progresía tensaron la cuerda y ahora encuentran respuesta al otro extremo. Así vemos cómo pasamos de un feminismo mal entendido y dañino a una masculinidad que raya en la misoginia, en una lucha de sexos sinsentido y sin espacio para la reflexión o el punto medio. Como si siempre diéramos un paso adelante y dos atrás.

Ojalá que el desahogo verbal aplaque los ánimos y se quede solo en eso, en pura verborrea, porque si no es así, da un poco de miedo. Ojalá que el timonazo que vamos a experimentar no nos lleve a tierras inhóspitas o peor aún, nos arrastre al fondo. Y ojalá que la niebla mental se despeje para poder pensar con claridad y sensatez. Porque aunque parece que muchos lo han olvidado, la decencia importa.

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