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Todo comienza con un objetivo noble. En aras de la ciencia, los investigadores llevan a cabo experimentos que prometen mejorar las condiciones de vida y facilitar la existencia de quienes habitamos el planeta. Pero en muchas ocasiones las cosas se tuercen y lo que nació con un buen propósito se convierte en un tiro en el pie.
Eso es lo que probablemente va a pasar con el último hito que han alcanzado en la Universidad de Stanford: crear el doble digital de cualquier persona mediante una conversación de dos horas en la que se consigue replicar la personalidad de quien se atreve a responder las preguntas que una voz suave y amable le va haciendo.
El encargado de todo es un sistema de inteligencia artificial diseñado para “encarnar” las actitudes y la personalidad de cada individuo. Como quien no quiere la cosa y sin parecer entrometido, va preguntando sobre temas que van desde la infancia hasta opiniones políticas, captando así muchas de las complejidades y la naturaleza idiosincrásica de quien decide participar en la conversación.
El objetivo principal de esta tecnología no es crear dobles digitales por diversión, sino facilitar la investigación en ciencias sociales para evaluar políticas públicas, estudiar respuestas a productos nuevos o analizar reacciones ante eventos sociales significativos, pero no se necesita mucha imaginación para saber por dónde se va a torcer este asunto.
Si ya nos movemos a diario como por entre un campo minado revisando los correos electrónicos como si nos fueran a estallar entre las manos o recelando de cada número de teléfono desconocido que nos aparece en la pantalla, esto del doble digital que promete emular el comportamiento humano se va a prestar para todo tipo de estafas, manipulaciones en línea y suplantaciones de identidad.
Lo de copiar la personalidad ya era un síndrome con nombre propio en el mundo de la psicología. A la tendencia compulsiva e inconsciente de una persona para imitar y asumir la identidad o los rasgos distintivos de otra persona se le denomina “síndrome del espejo”. La literatura ha tratado en múltiples ocasiones el tema del doble, produciendo obras tan célebres como la que escribió Dostoievski bajo ese mismo título, El doble, o creando personajes icónicos como el Sosías de Plauto en su libro El anfitrión.
Pero fue Freud quien desmenuzó el asunto en su libro Lo siniestro, donde explica que quien padece el síndrome pierde el dominio de su propio yo y coloca al yo ajeno en el lugar del propio. Según el famoso psiquiatra, la parte siniestra de este asunto reside en que la persona afectada comienza a mirar el mundo con extrañeza, con angustia y horror.
Nada distinto al pavor que podríamos llegar a sentir sabiendo que tenemos por ahí un doble que fácilmente se puede hacer pasar por nosotros, aunque por ahora solo sea de manera digital. Equilibrar la innovación con la responsabilidad ética parece un objetivo cada vez más complejo y esquivo.
