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Tic-Tac

La reflexión no es sobre cuánto tiempo nos queda, sino cuánto más vamos a seguir creyendo que hay tiempo para todo y desconocer que siempre andamos hacia la media noche.

01 de febrero de 2025
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Por Lewis Acuña - @LewisAcunaA

El reloj, más que una herramienta, es una advertencia que ignoramos. Lo leemos con ilusión de lo que viene y no por lo que queda. Instintivamente se ignora que contemplamos la cuenta regresiva de nuestro tiempo, de nuestro paso que siempre será breve frente a la eterna inmensidad de lo que ha sido y lo que será. El tiempo no es un aliado incondicional que puede perderse sin consecuencias con la ilusión sin argumentos de creer que nos pertenece, como si las oportunidades fueran infinitas y los finales estuvieran reservados para otros. No es pesimismo, es un recordatorio del valor de cada “tic-tac”, como lo entendieron algunas de las mentes más brillantes sobre la tierra en 1947.

No bastaba con advertencias o discursos, sabían que el verdadero peligro era la indiferencia, el autoengaño, esa comodidad peligrosa que nos hace sentir seguros cuando en realidad no lo estamos. Aspiraban a un acto de consciencia en contra de la biología autómata de nuestro cerebro que nos permite salir de la cama, levantarnos y dirigirnos a nuestra rutina. Un nombre catastrófico y una hora final fue el gancho para su proclama. Lo llamaron “El Reloj del Apocalipsis” y señalaron la media noche como el último momento de la humanidad. Los científicos, entre ellos Albert Enstein, plantearon esa metáfora para responderse qué tan cerca estábamos ante un conflicto nuclear devastador. De una extinción autoinfligida para la cual faltaba muy poco. Siete minutos, 420 segundos, fue el primer cálculo con el que se presentó al mundo ese hipotético reloj. En los 78 años transcurridos desde entonces, son muchos los factores que lo han hecho avanzar, como los conflictos bélicos, la amenaza nuclear, el cambio climático acelerado, las tensiones geopolíticas, la desinformación masiva, la guerra cibernética, y el desarrollo descontrolado de inteligencia artificial y biotecnología. Para este 2025, 89 segundos restan para la civilización. ¿Y cuánto quedaría en tu reloj? Mientras el mundo se calienta, nos aferramos a relaciones que ya no existen, como quien no acepta que un amor muerto pesa más que uno nunca vivido. Mientras la desinformación nubla nuestra percepción de la realidad, seguimos aferrados a recuerdos que solo nos lastiman, construyendo versiones de lo que fue, porque enfrentar lo que es, nos da demasiado miedo. No es solo el planeta el que se ahoga, son nuestras almas, atrapadas en lo que no soltamos, en lo que dejamos agonizar en nuestro interior. Nos aislamos y nuestros dispositivos se llenan con conversaciones personales sobre las dudas de toda índole, los miedos, los consejos que necesitamos, pero no con personas. Confiamos en una inteligencia que parece razonar pero que no siente porque es artificial.

Nos mentimos. Nos prometemos que habrá otro momento para sanar, otro momento para hacer las paces con los escombros de lo que fuimos y la reflexión no es sobre cuánto tiempo nos queda, sino cuánto más vamos a seguir creyendo que hay tiempo para todo y desconocer -quizá a propósito- que siempre andamos hacia la media noche.

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