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Nací en una familia de 8 mujeres y 5 hombres: “un matriarcado”. Una familia paisa donde por cosas del azar las mujeres daban las órdenes en el hogar. Y allí conocí a la primera feminista que marcó mi vida, mi madre. Nació en Andes y, en un tren a Cisneros, se enamoró de mi padre, un hombre con raíces patriarcales antioqueñas, pero con una bondad y amor que compensaba todo.
En nuestra casa, la voz de una mujer se escuchaba con firmeza: “No me quieran, pero respétenme”; a esta mujer, que desde niña se enamoró de los libros, la bicicleta y el piano, nada la detenía. Su padre siempre le dijo que ¡sí podía!, y ella se lo creyó.
Ya casada, con 29 años y criando 9 hijos, decidió estudiar en la universidad. Pero no crean que eso fue así de fácil, antes de tomar esta decisión hubo un detonante que le permitió alzar la voz, la muerte de su hija. Sumida en el dolor, no había vuelto a sonreír y ya en la casa no se escuchaba el piano. Un día mi padre le preguntó: ¿Mija...dígame qué hago para que salga de este letargo? Ella, sin pensarlo un segundo, respondió: Quiero estudiar en la Universidad. Mi padre la apoyó.
Ya graduada de sociología, trabajó muchos años en una reconocida empresa, con un jefe autoritario y machista que se resistía a aceptar que una mujer ya no con 9, sino con 11 hijos, fuera una destacada socióloga de la compañía. Nada la detuvo, pudo romper los techos de cristal de su tiempo, porque sus bases eran tan fuertes que nunca se sintió oprimida.
Según el informe global sobre la brecha de genero 2022 del Foro Económico Mundial, deberán pasar 132 años para alcanzar la paridad de genero. Y es que, si observamos, los hilos que nos conectan alrededor del tema de la economía del cuidado, encontramos que las mujeres estarían extendiendo su jornada laboral hasta en 16 horas de cuenta de labores de cuidado, suministro de alimentos y limpieza. ¿Entonces como pretender que estas mujeres accedan a cargos directivos o escenarios de participación política y de poder?
Este 2023 hay elecciones locales, y la escasez de mujeres en política es alarmante. ¡Soy mujer, mamá, canto y bailo ballet! Y pareciera que dar ese paso, de ingresar a la política, es renunciar a los roles en los que nos ha enmarcado la sociedad.
En algunas mesas de trabajo y reuniones políticas a veces soy la única mujer. Y les confieso: me siento observada, rechazada y hasta juzgada. Se preguntarán ¿qué está haciendo ella acá? ¿No debería estar en la casa cuidando a sus dos hijos de 3 años? ¿Y su esposo? Qué mala mamá...pobre esposo...está loca.
Las listas para cuerpos colegiados como el Concejo de Medellín requieren una cuota mínima de 30% mujeres. Sería un mensaje muy potente poder cumplir esa cuota con mujeres que de verdad quieran participar en política, que de manera activa se comprometan a buscar una paridad de genero. Mujeres: la participación femenina en cargos de elección popular fortalece la democracia, el desarrollo y la paz.
¡Necesitamos salir de la zona de confort, necesitamos incomodar con nuestra voz a quienes no quieren escucharnos!