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Columnistas | PUBLICADO EL 20 enero 2021

La salida de un patán

Por alberto velásquez martínezredaccion@elcolombiano.com.co

Uno de los peores mandatos presidenciales de toda la historia norteamericana termina hoy. Cesan los berrinches de Trump, mitómano y narcisista. Comienza la dura tarea de Biden de reconstruir su nación, recobrar la dignidad y respetabilidad en la jefatura del Estado norteamericano y cicatrizar tantas heridas que dejó abiertas su antecesor.

Le urge a Joseph Biden regresar al tablero del multilateralismo. Coser de nuevo las deshilachadas alianzas internacionales con las grandes potencias geopolíticas y extirpar las xenofobias y los racismos para darle vigencia al sueño de Martin Luther King, de vivir en una nación “donde nadie será juzgado por el color de piel”. Tendrá la oportunidad ineludible de reconstruir la economía, al contar con las mayorías en el Senado y en la Cámara. En el cumplimiento de esos propósitos, se medirá la calidad del nuevo gobernante para llegar a concluir si le quedó grande o no, la grandeza.

Es insoslayable el reto de recuperar el respeto del pueblo americano por la democracia, salpicada de acusaciones de fraude electoral. Demostrar que tal sindicación solo estuvo en la cabeza calenturienta y alucinada de Trump, quien ahora enfrenta un juicio en el Congreso por estimular desde el poder, asonadas como la del 6 de enero cometidas por vándalos contra el legislativo de su nación.

Joseph Biden debe ponerles punto final a las constantes confrontaciones internacionales desatadas por su antecesor. Abrir fronteras y tumbar muros levantados por Trump bajo el lema patriotero de “los Estados Unidos primero”. Un mensaje que pegó en sus inicios y luego fue doblegado en las últimas elecciones. “Se puede engañar a todo un pueblo parte del tiempo, pero no por todo el tiempo”, decía otro presidente, ese sí estadista norteamericano.

Dudamos, sí, que América Latina figure en la agenda de prioridades del nuevo mandatario. Y en ella especialmente Colombia. La región aspiraría a contar con un reconocimiento por lo menos decoroso, similar a los que reciben países que están lejos de este hemisferio. No se hace falsas ilusiones de tratamientos preferenciales, pero sí esperaría conductas más equitativas.

Por mucho tiempo Latinoamérica ha sido el patio trasero de los gringos, cuando no laboratorio de experimentos autocráticos que velan exclusivamente por los intereses estadounidenses. No pocos gobiernos progresistas latinoamericanos que años atrás intentaron hacer reformas sociales modernas y justas, fueron derrocados por la acción abierta o solapada de algunos mandatarios norteamericanos. Ni para qué hacer la lista. Además, en el caso de las drogas, que para Colombia es vital en su lucha contra el narcotráfico, debe Biden concientizarse de que su país es el gran consumidor y en consecuencia, corresponsable de este flagelo que ha debilitado las estructuras institucionales de las naciones productoras.

Biden debe demostrar que es un estadista. Que no ganó por el dilema de escoger en las urnas al menos malo. Que su avanzada edad no sea obstáculo para amodorrarlo en el ejercicio del poder. Y, despabilado, pueda hacer real las ilusiones de su vicepresidenta, la afroamericana Kamala Harris, de que con la salida de Trump, los norteamericanos escogieron, “la esperanza, la decencia, la ciencia y la verdad”

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