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Desde el comienzo de la pandemia del covid-19, varios líderes internacionales han pedido el cese del fuego y centrar los esfuerzos en luchar contra la propagación de la enfermedad y encontrar soluciones para el devastador impacto económico. Sin embargo, una “pandemia oculta” ha estado creciendo durante los últimos meses: la violencia doméstica e intrafamiliar, un flagelo que afecta en el 90 % de las veces a mujeres y niños. Incluso en tiempos de paz, las adolescentes enfrentan un mayor riesgo de violencia de género: una de cada 20 niñas entre 15 y 19 años experimenta algún tipo de agresión sexual. Además, los datos epidemiológicos muestran que casi una de cada tres mujeres experimenta algún tipo de violencia doméstica.
Por otro lado, se ha demostrado una relación entre el comportamiento abusivo y los tiempos de crisis, cuando el desempleo y las dificultades económicas en los hogares aumentan. Ante el escenario de pandemia global, las últimas proyecciones apuntan a una contracción del 5,2 % del PIB mundial (5 a 7 % en Colombia) en 2020 y un desempleo en números espantosamente crecientes (más del 21 % en Colombia). Si a esto le sumamos la cuarentena prolongada, la probabilidad de violencia doméstica solo tiene tendencia a aumentar a medida que las víctimas se encierran cada vez más tiempo con los abusadores.
Los primeros datos han mostrado un aumento de más del 40 % en las llamadas de ayuda y los casos de violencia en diferentes países. Recientemente, la ONU indicó que 6 meses de encierro podrían conducir a 31 millones de casos adicionales de violencia doméstica. Con la reducción de la capacidad de respuesta de los servicios sociales y de salud debido a las restricciones impuestas por la pandemia, en ciertos países las farmacias y los supermercados se han convertido en espacios seguros con señales silenciosas y palabras clave para solicitudes urgentes de ayuda, ya que muchas veces son las únicas tiendas que están abiertas. Por ejemplo, ya algunas tiendas de D1 y Justo & Bueno han sido definidos como espacios seguros para que se reporten casos de violencia.
Colombia ha sufrido durante décadas con conflictos armados y narcotráfico y durante los últimos años ha venido luchando para tener un país en paz. Desafortunadamente, la paz no es solo la ausencia de guerra. El Observatorio Colombiano de las Mujeres registró entre 2019 y 2020 un aumento del 162 % de casos de violencia doméstica en un periodo de 2 meses de cuarentena. Esto es, a todos los niveles, inadmisible; con el talento, la tecnología y la conectividad que el país tiene, debemos encontrar soluciones ágiles y seguras que ataquen este problema.
Los gobiernos locales, regionales y el nacional deben priorizar este tema en sus agendas no solo durante esta crisis, sino también una vez salgamos de ella. Siendo un fenómeno universal agravado por la actual pandemia, tenemos la oportunidad y deber de lograr impacto local y global. Pero ojalá sea, sobre todo, un ejemplo de liderazgo para empezar a contribuir de forma efectiva y enfocada a cerrar las brechas sociales que siguen existiendo en temas como género, ingresos, salud, educación o acceso a tecnología, un factor de desigualdad cada vez más relevante en el mundo que vivimos.