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Tener a Benedetti todavía como embajador es apenas un síntoma de algo que sospechábamos profundamente, y es que Petro, más que rechazo, tiene una nostálgica simpatía hacia la dictadura bolivariana.
Por David González Escobar - davidgonzalesescobar@gmail.com
“Águila no caza mosca”, le dijo despectivamente Hugo Chávez a María Corina Machado durante una discusión en la Asamblea Nacional de Venezuela hace 10 años, donde la entonces diputada opositora le reclamaba a Chávez por sus expropiaciones arbitrarias y apropiación de las rentas del Estado. Irónicamente, una década más tarde, el régimen de Maduro se ve obligado a inhabilitar cobardemente a aquella “mosca” que amenaza con sacarlos del poder: según todos las encuestas, María Corina es la candidata favorita a imponerse dentro de unas primarias de la oposición venezolana, lo que la haría la favorita para salir vencedora en unas elecciones limpias contra la tiranía que habita el Palacio de Miraflores.
Sin embargo, como era de anticiparse dado su historial, la dictadura venezolana está haciendo todo lo que está a su alcance para evitar la celebración de unas elecciones con garantías el próximo 2024. Primero sacaron a los miembros de un Consejo Nacional Electoral (CNE) que vislumbraba algo de imparcialidad hacia unas posibles primarias de la oposición, sugiriendo en su reemplazo a miembros que incluyen a la mismísima esposa de Maduro, obligando a la oposición a buscar unas primarias organizados por ellos mismos. Además, sumándose a la anterior inhabilidad de Capriles, quien en unas elecciones limpias probablemente habría tenido posibilidades de vencer a Chávez en 2012, ahora el gobierno de Maduro decide inhabilitar a María Corina Machado justo cuando su candidatura está cobrando más fuerza. Toda una crónica de una muerte anunciada.
La dictadura venezolana, acorralada ante la debacle de un país que ha creado una diáspora de más de 7 millones de emigrantes y que ha reducido su economía a un 75% de lo que era en el 2013, da patadas de ahogado y, en un despliegue mediocre, se burla de todos quienes han hecho esfuerzos por que se den las condiciones para unas elecciones limpias. Entre ellos, como no, Gustavo Petro.
Y mientras tanto, ¿en qué anda la diplomacia colombiana?
Pues ratificando a Armando Benedetti como embajador en Caracas hasta el 19 de julio. El mismo Benedetti que hace nada filtró unos audios en los que afirma que entraron unos 15.000 millones de pesos de forma irregular a la campaña del Presidente Petro, que acepta andar en vuelos privados porque siempre hay algún “sapo” que le presta el avión, que dice que Petro tiene problemas con sus “libertades individuales” y que en este momento está más preocupado por su propia seguridad y por evadir la justicia que por lo que sucede en Venezuela. Es decir, un embajador que en este momento está haciendo cualquier cosa menos su trabajo, y a quien el Canciller mismo ha desautorizado públicamente y llamado “drogadicto”.
Después de todas las sospechosas visitas de Petro a Caracas y las cumbres diplomáticas erráticas, lo único que tenemos es un ensordecedor silencio por parte de Colombia en relación a un tema que se suponía sería una de las principales banderas durante su gobierno: utilizar la diplomacia para que Venezuela recupere la democracia. Tener a Benedetti todavía como embajador es apenas un síntoma de algo que sospechábamos profundamente, y es que Petro, más que rechazo, tiene una nostálgica simpatía hacia la dictadura bolivariana.
Al menos el fracaso diplomático de Duque en relación con Venezuela fue evidente en cuanto a sus intenciones. ¿Cuál será el verdadero propósito del “amiguismo” de Petro con Maduro?