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El crecimiento demográfico y la indisciplina social amenazan con limitar el abastecimiento de agua para el consumo humano. Tanto su utilización como su conservación acusan deficiencias. Hay un derroche irracional en sectores de opulencia urbana, lo mismo que en el campo, donde se gasta sin medición. A esto hay que agregar el efecto contaminación que incide tanto en las aguas superficiales como en las subterráneas. Precisamente en la llamada Declaración de Dublín, (Irlanda 1992), al término de la Conferencia Internacional sobre el Agua y el Medio Ambiente, se dijo : “la escasez de agua dulce y su mala utilización constituyen un grave y creciente peligro para el desarrollo sostenible y la protección del medio ambiente. La salud y el bienestar humanos, la seguridad de los alimentos, el desarrollo industrial y los ecosistemas de los que dependen se encuentran amenazados sin excepción, a menos que en el presente decenio, señalado hasta el 2015, y en lo sucesivo, se administren mejor que en el pasado los recursos del agua y del suelo”. Precisamente los países integrantes del Pacto Andino, Colombia, Bolivia, Ecuador, Perú y Venezuela, aprobaron la homologación de 16 artefactos de bajo consumo de agua: inodoros, grifos, duchas, tubería, etc., dentro de la aplicación de políticas de economía del agua, estudiadas durante el XXXVI Congreso Nacional de Acodal y II Internacional del Caribe sobre agua, vivienda y desarrollo.
Ahora la gran preocupación es por el futuro de este recurso, indispensable para la vida del hombre y de todas las especies. En las próximas décadas el problema del agua, si no se racionaliza su uso y su manejo, va a ser el más serio que tenga que enfrentar la humanidad. El crecimiento demográfico, cuya proyección se fijó, entonces, para el año 2000 en seis mil millones de habitantes, sumado a la tala de bosques, que supera los once millones de hectáreas al año y la contaminación de las corrientes, crean una expectativa oscura para el futuro inmediato, a menos que protejamos con más sentido de responsabilidad nuestros recursos naturales.
El crecimiento demográfico en el siglo XX ha acentuado esa importancia, no solo porque se advierte que el agua comienza a escasear en muchas partes del globo, sino, también, porque su utilización y conservación son deficientes en donde la poseen con abundancia. Para el año 2025, según un análisis del programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), el mundo tendrá más de ocho mil millones de habitantes que deben compartir la misma cantidad de agua disponible hoy. El manifiesto de Dublín señala como principio que “el agua posee un valor económico en todos sus usos y debe ser reconocido como un bien económico”. Por eso se establece que la protección del medio ambiente es la tarea más urgente del futuro. Resulta hoy una necesidad imperiosa hacer énfasis en la economía del agua y en la optimización de su uso.