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Estamos en Cuaresma. 40 días que preceden la Semana Santa y que nos ayudan a disponer el corazón para celebrar y vivir los misterios de la pasión, muerte y resurrección de Cristo. También para recordar que por este mismo período de tiempo Jesús ayunó en el desierto, venciendo las fuertes tentaciones que sufrió, y que durante 40 años, el Pueblo de Israel caminó huyendo de la esclavitud a la que estaba sometida en Egipto y avanzando hacia la Tierra Prometida.
La Cuaresma es un tiempo privilegiado para los católicos pero también para todo aquel que quiera aprender y aprovechar este momento para su crecimiento personal y su relación con Dios. La Cuaresma es más que una serie de ritos externos que, si bien son importantes, si no transforman el corazón de quien los practica, se quedan vacíos. Así lo dice el mismo Jesús en el evangelio que se lee el Miércoles de Ceniza: “Cuando des limosna, no vayas preguntando delante de ti como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles para ser honrados por los hombres. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa. Cuando tú des limosna, que tu mano izquierda ignore lo que hace la derecha”. (Mt 6, 2 - 4)
La Cuaresma nos recuerda que en cada obra que realiza el hombre, debe haber una intención de desprendimiento, de transformación interior. Por eso el Papa Francisco, durante su homilía en la misa del Miércoles de Ceniza nos formuló estas preguntas: “¿Estamos caminando por la senda correcta? ¿Hacia dónde está orientado mi corazón? (...) ¿Hacia dónde me lleva el navegador de mi vida, hacia Dios o hacia mi yo? (...) ¿Me siento a gusto con mis hipocresías, o lucho por liberar el corazón de la doblez y la falsedad que lo encadenan?”. Nos hace bien formularnos durante este tiempo esta serie de preguntas para examinar cómo está nuestra relación con Dios y qué disposición tenemos para ello.
“Todos, todos tenemos enfermedades espirituales, solos no podemos curarlas; todos tenemos vicios arraigados, solos no podemos extirparlos; todos tenemos miedos que nos paralizan, solos no podemos vencerlos”, dijo el Papa más adelante refiriéndose a la acción de Dios en la vida del hombre.
En su mensaje para esta Cuaresma, el Papa nos habla de tres prácticas recomendadas para este tiempo: El ayuno que nos permite “liberar nuestra existencia de todo lo que estorba, incluso de la saturación de informaciones —verdaderas o falsas— y productos de consumo”; el perdón, que podría describirse como una cadena del bien porque “al haberlo acogido nosotros, podemos ofrecerlo, siendo capaces de vivir un diálogo atento y adoptando un comportamiento que conforte a quien se encuentra herido” y la caridad pues gracias a esta “consideramos a quien se ve privado de lo necesario como un miembro de nuestra familia, amigo, hermano”.
Vale la pena aprovechar el tiempo de Cuaresma, quizás en este tiempo de pandemia en el silencio de nuestros hogares en un mundo que necesita escuchar una voz de esperanza.