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Chantal Maillard es una filósofa y poeta española, según su postulado, publicado en Contra el arte y otras imposturas, en una civilización gastada como la nuestra, la globalización ha puesto en marcha un proceso que empequeñece, degrada y trivializa todo, ha reducido las culturas a una, y todas las formas de ver a una sola, la uniformidad es ley.
Para ella, la de la globalización, es una cultura del kitsch, en una definición simple, lo kitsch “es una imitación estilística de formas de un pasado histórico prestigioso o de formas y productos característicos de la alta cultura moderna, ya socialmente aceptados y estéticamente consumidos”, lo kitsch es sinónimo de “mal gusto”. Dice Maillard, somos “una cultura que lo fagocita todo y lo devuelve empequeñecido, degradado, trivializado. Una cultura que se adueña de las formas y las devuelve simplificadas, estereotipadas, serializadas”. El fenómeno del kistch se extiende a todo.
Maillard también considera el kitsch como una forma de mentir propia de culturas empobrecidas y decadentes, es un querer ser, un tratar de parecerse a, “construimos losas y muebles que parecen antiguos, se ofrecen banquetes que parecen medievales, se trazan líneas en el cemento de manera que parezcan adoquines, confeccionamos zapatos que parecen de piel de serpiente, plásticos que parecen cuero.” Esta breve explicación permite entenderlo mejor: “El kitsch es una ornamentación de las cosas, de los sentimientos, de los usos, del espíritu, de la vida toda. Se distingue por apropiarse de todo, copiarlo todo, degradándolo. El kitsch, como cualquier categoría estética, es también una categoría moral, un modo de vivir, un modo de ser.” Para la filósofa vivimos en “la artificiosa representación de lo que en otras épocas era genuino”.
En esta cultura nuestra, tan amante del gesto, la ornamentación gratuita y la redundancia, creemos que la apropiación y copia de elementos, lenguajes y formas dotarán de sentido y valor a lo que no lo tiene, con asombro comentaba una amiga dedicada al mercadeo, el éxito comercial que gracias a la capacidad de leer al público objetivo tuvieron los arquitectos y constructores del “primer proyecto inmobiliario temático” (¡plop!) que hoy se desarrolla en Sabaneta, en el que la torre Eiffel, símbolo por excelencia de la modernidad europea, es el elemento central del mismo y espacio de reunión del edificio, en esta obsesión por dotar de experiencia todo, los constructores prometen a los habitantes de este monumento kitsch que “podrás disfrutar de momentos únicos con tu familia: Un delicioso café en la mañana en la plaza típica parisina, un memorable recorrido en pareja por los senderos bajo la Torre Eiffel, una agradable caminata ecológica acompañada de sonidos naturales”.
No contentos con esta conquista y con haber hecho de Sabaneta otra ciudad luz, ahora San Antonio de Pereira contará con un proyecto medieval, en el que según los promotores “podrás vivir con tu familia y amigos el encanto del medioevo: Caballeros, princesas, villas y castillos.” El Castillo de la princesa, en el reino mágico de Disney, se hace realidad entre nosotros, ¡vaya, vaya! cuánto más mal gusto cabe, cuántos artificios más, quién responderá por ello.