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Por Juan Manuel del Corral - opinion@elcolombiano.com.co
Colombia atraviesa una etapa de desconcierto profundo. La radicalización política y la creciente incertidumbre económica han erosionado la confianza ciudadana. El gobierno actual, que llegó con la promesa del cambio, ha profundizado la división social, ha improvisado frente a temas críticos como la salud, la educación y la seguridad, entre otros y ha adoptado un enfoque ideologizado y arrogante ante los grandes desafíos del país. Vivimos en un país donde el Estado ha cedido terreno frente al crimen, el narcotráfico, las economías ilegales y el deterioro institucional, tratando de debilitar varias instancias importantes de nuestra democracia.
La Colombia de hoy es heredera de un conflicto interno prolongado que ha marcado a varias generaciones, en los años 50 se vivió una violencia partidista irreconciliable y sangrienta. Entre los años 60-70 surgieron y se extendieron por todo el país, los movimientos guerrilleros que sacudieron campos y ciudades; con el tiempo, irrumpió el narcotráfico con un poder inusitado y nos sumó más violencia, secuestros, atentados, asesinatos y penetró de forma sustancial varias de nuestras instituciones más valiosas.
Vinieron posteriormente avances económicos y democráticos importantes con las elecciones populares de alcaldes y gobernadores, con procesos y acuerdos de paz, lamentablemente fallidos, pero el deterioro político ha sido progresivo y el incremento tan alarmante de corrupción, ha llevado a pensar a muchas personas, que el país se nos está saliendo de las manos.
La iniciativa privada es esencial, los empresarios no solo generamos bienestar, empleo sostenible e inversión, también contribuimos con la transformación social y el desarrollo armónico del país.
Esta legitimidad, nos impone una responsabilidad. Esta es la razón por la cual hoy nos corresponde convocar y proponer; sin arrogancia, sin cálculo político, con transparencia, sinceridad y vocación cívica.
Es imperativo construir un propósito colectivo “un sueño de país” que nos convoque a todos. Colombia es nuestra y es nuestra causa mayor. Es un llamado ético y ciudadano. Es responsabilidad de todos.
Soñamos con un país donde nadie tenga que rogar por su dignidad.
Donde la palabra valga, las diferencias se respeten y el talento florezca.
Donde la educación sea motor de equidad y la vida valga en cada rincón.
Un país donde ser colombiano sea siempre un motivo de alegría y orgullo.
Un país donde la integridad no sea una excepción, sino la norma.
Donde el trabajo honrado, cualquiera que sea, se respete y se reconozca. Donde los recursos públicos se cuiden como sagrados: con pulcritud, transparencia, sin atajos y sin excusas.
Donde lo público esté siempre al servicio de quienes más lo necesitan, no de quienes tienen más poder. Donde la iniciativa privada se fortalezca para continuar siendo un motor del desarrollo y de equidad.
Un país en el que podamos vivir mejor, vivir en paz y en armonía en cada rincón del territorio. Con seguridad para caminar tranquilos, con confianza para convivir y con esperanza firme en el futuro que juntos podemos construir. Un país donde la justicia no dependa del poder, la influencia o el dinero, sino que sea igual para todos y esté al alcance de todos y un país donde la infraestructura, vías que conecten, energía que impulse, internet que iguale oportunidades, sea la base para cerrar las brechas que nos dividen.
Un país que no excluya, que crea en sí mismo, en su gente y en sus instituciones. No debe ser un proyecto de ningún grupo en particular. Es la causa de un país que se rehúsa a rendirse y que lo vamos a levantar entre todos, con propósito, compromiso y decisión.
Colombia no está perdida. Está esperando que la saquemos adelante entre todos.