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Al bagazo y al payaso, poco caso

hace 4 horas
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  • Al bagazo y al payaso, poco caso

Por Juan David Escobar Valencia - opinion@elcolombiano.com.co

Las sociedades son imperfectas porque están compuestas de seres que no son perfectos y tampoco perfectibles, y por ello siempre será posible que cometan errores, olviden su pasado y sean indolentes al fijar su futuro, adopten o conserven actitudes incorrectas, como premiar a los idiotas y/o delincuentes, y lo peor de todo, darles la oportunidad de dirigir a la sociedad.

Como ninguna sociedad está exenta de esto, no debe ser motivo de suicidio que en alguna ocasión meta la pata. Lo que no tiene perdón alguno, es permitir que al error encarnado en idiota y/o delincuente se le permita seguir siendo visible. Cuando un idiota y/o bandido corrompe las reglas, pisotea la dignidad de los demás y además saquea las arcas públicas, aunque algunos se escandalicen, no tiene por qué disfrutar de los mismos derechos de los demás, porque los derechos son el premio al cumplimiento de los deberes.

Cuando un idiota y/o bandido exhibicionista tiene la desgracia de adquirir temporalmente notoriedad porque la sociedad se descuidó al elegir correctamente, lo mínimo que la sociedad debe hacer es evitar que el fugazmente célebre parásito no vuelva a ver la luz, y quede recluido en la oscura alcantarilla de la que salió él y sus secuaces cleptómanos.

Además del país, nuestra ciudad cometió un error permitiendo que un sujeto de las características antes descritas, fuera su “administrador”. Nos costó mucho y probablemente los daños se pagarán, en caso de que todos puedan serlo, durante mucho tiempo. Cuando se fue, lastimosamente tarde porque no fue posible anticipar su salida, sentimos un aire esperanzador, así tuviésemos que aguantarnos la rabia y el dolor de verlo salir cargado con el dinero público que todos pagamos. Pero con tal de no volver a verlo, aunque sea mal consuelo, nos resignamos con la ilusión que el dinero tal vez algún día se recupere y que no volveríamos a verlo ni a su sombra siniestra.

Por eso dan ganas de vomitar ver al idiota y/o bandido, haciéndose ilegalmente visible en lugares y países a los que la ley y las instituciones con carácter no tendrían que permitirle su presencia, disfrazando con banderas su poquedad como persona y su inmundicia como ciudadano, apelando al escándalo y la provocación, como su jefe en la presidencia, para supuestamente compensar su bajeza y la inopia de su existencia.

Es difícil no sentir rabia contra el idiota y/o bandido, pero odiarle sería darle un nivel que no merece. Hay forma más inteligente de que sufra lo que se merece. Schopenhauer decía que “el odio es asunto del corazón; el desprecio de la cabeza”. No hay nada peor para un insignificante exhibicionista que despreciarlo, aislarlo, “ningunearlo”, porque a la nada se le debe tratar como lo que es, nada.

Ignorarlo por completo, prohibir su entrada a donde no debe estar, incluso siendo candidato presidencial del lado oscuro que hoy nos desgobierna, no es ilegítimo. Quienes por una falsa concepción de la neutralidad y del derecho de las personas permitan darle vitrina a un idiota y/o bandido, no son más justos, al contrario, se vuelven sus cómplices. El aislamiento es una medida sanitaria cuando un parásito o virus atenta contra la salud del cuerpo.

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