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Columnistas | PUBLICADO EL 07 octubre 2022

¿Jaque mate al ajedrez?

Hay una pandemia de tramposos que se extiende ahora por el mundo del ajedrez. Y la tecnología se ha convertido en la mejor herramienta para ganar sin merecerlo.

El escándalo por las trampas que han quedado expuestas en el mundo del ajedrez puede no ser nuevo, porque siempre han existido estas prácticas, pero sí ofrece una serie de detalles que no dejan de sorprender. Los avances tecnológicos han llegado a un grado de sofisticación tal que parece imposible que se pueda volver a jugar sin que planee la sombra de la duda sobre los ganadores de cualquier partida.

El ajedrez ha sobrevivido durante quince siglos y ha pasado de ser un simple pasatiempo a convertirse en un deporte intelectual, sin olvidar el papel simbólico que tuvo durante la batalla política entre la Unión Soviética y Occidente en las décadas de los 50 y los 60. Hasta que llegó la inteligencia artificial y abrió espacio para que el último entorno donde aparentemente resplandecía el juego limpio se viera contaminado por cuanto artilugio permite ganar a quien tiene acceso a la tecnología y no a aquel que se impone por méritos propios.

Hay aparatos imposibles de detectar, sistemas de transmisión de videos en tiempo real que caben en un botón, lentes de contacto inteligentes, gafas de grafeno y audífonos milimétricos. No es que se haya extendido la paranoia entre los jugadores, es que hasta campeones como Magnus Carlsen han denunciado a oponentes del nivel de Hans Niemann porque sospechan que sus derrotas no obedecen a estrategias y jugadas maestras, producto de un talento extraordinario, sino más bien a ayudas externas.

Hacer trampas jugando al ajedrez es sumamente fácil, y eso se puede ver a diario en internet pese a todos los sistemas espía que usan las webs. Porque cuando hay dinero de por medio, cualquier cosa se puede corromper. En las plataformas de juego tienen sus métodos para combatir esta pandemia de tramposos. Así descubrieron, por ejemplo, un programa que colocaba las piezas exactamente en el centro de cada casilla, cosa que ninguna mano humana puede hacer tres veces seguidas sin moverse aunque sea medio milímetro. ¿Qué pasó entonces? Al verse expuestos, los programas tramposos empezaron a simular movimientos humanos más imperfectos.

Tras el informe de 72 páginas que publicó chess.com esta semana, se expulsó al joven prodigio Niemann del Global Chess Championship porque se comprobó que hizo trampa en más de 100 partidas de ajedrez online, que incluyeron en muchos casos premios en efectivo. Pero la verdad es que esta batalla contra los tramposos parece ser titánica. Dicen que es la mayor crisis que ha tenido que enfrentar este juego milenario en las últimas décadas. Tal vez en el fondo de todo subyace esa ansia desmedida por ganar a como dé lugar. Sin remordimientos, con autoengaños, alterando la ética para justificar las propias acciones y haciendo piruetas mentales que acomoden la realidad.

Aunque en el ajedrez no hay factores de azar, la trampa tecnológica moderna puede llegar a convertirse en un elemento desestabilizador que pone en riesgo el sentido del juego. Solo el apego a la ética puede salvarlo, al no permitir que se normalice un comportamiento que desdeña el sentido común. Por ahora, Magnus Carlsen, cinco veces campeón del mundo, se ha convertido en el abanderado de esta batalla que busca recuperar el más alto nivel en las competiciones. Ojalá lo logre 

Lina María Múnera Gutiérrez

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