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Micromachismos en la vida laboral: el enemigo silencioso que frena la equidad

La equidad de género no se logra solo con grandes leyes o discursos rimbombantes. Requiere un cambio de mentalidad en la vida diaria. Si en tu próxima reunión alguien asume que la mujer de turno será la asistente informal, sé el primero en hacer notar el sesgo.

20 de febrero de 2025
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  • Micromachismos en la vida laboral: el enemigo silencioso que frena la equidad

Por Isabel Gutiérrez R. - JuntasSomosMasMed@gmail.com

Hace unos días asistí a una reunión de un gremio de la ciudad donde el 80% de los participantes eran hombres. Al salir, le pregunté a mi equipo si habían notado algo fuera de lugar. Para mi sorpresa —y la suya—, más de una conducta pasó desapercibida, aunque en retrospectiva resultaba evidente: estábamos ante un desfile de “micromachismos”.

¿De qué estamos hablando? De esos actos o expresiones “inocentes” que perpetúan la desigualdad de género sin que muchos se den cuenta. Por ejemplo, asumir que la mujer de la sala es quien debe tomar notas o servir el café, interrumpirla para “explicar mejor” su propia idea (el famoso “mansplaining”) o pedirle que “sonría” en lugar de manifestar disgusto. Son detalles que, uno a uno, van confirmando un patrón de conductas anacrónicas.

Lo inquietante de los micromachismos es su efecto acumulativo: cada comentario condescendiente —“Eres muy buena para ser mujer”— o cada diminutivo paternalista —“niña”“chiquita”, “reinita”—, termina erosionando la imagen profesional de la mujer, reforzando un estereotipo que no corresponde al siglo XXI.

¿Por qué sigue sucediendo? En muchos casos por puro desconocimiento. Es fácil caer en estas actitudes si no se reconoce que forman parte de un problema mayor. Como la punta de un iceberg, los micromachismos visibilizan las capas profundas de una cultura laboral que no termina de sacudirse el polvo del pasado.

La pregunta obvia es: ¿qué hacemos para erradicarlos? Primero, reconocerlos. Las empresas pueden implementar capacitaciones sobre igualdad de género y adoptar políticas de cero tolerancia frente a prácticas discriminatorias. Además, es crucial dar voz a quienes denuncian estos comportamientos, sin descalificar sus experiencias como “exageraciones” o “sensibilidades”.

La equidad de género no se logra solo con grandes leyes o discursos rimbombantes. Requiere un cambio de mentalidad en la vida diaria. Si en tu próxima reunión alguien asume que la mujer de turno será la asistente informal, sé el primero en hacer notar el sesgo. Si escuchas a un compañero interrumpir a su colega femenina para explicarle “mejor” su propia idea, interrúmpelo a él y devuélvele la palabra a quien la tenía.

En un mundo que avanza a pasos agigantados en innovación y globalización, aferrarse a micromachismos es como ponerle frenos a un tren en plena marcha. Es hora de romper con esta inercia. Solo así lograremos un entorno laboral verdaderamente inclusivo, uno que, lejos de ignorar los detalles, los atienda con la misma seriedad con la que atiende los grandes retos del futuro.

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