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En hilo argumentativo en redes, Mauricio Cárdenas demostró que si desde junio 20 de 2022 (un día luego de la segunda vuelta presidencial), Colombia hubiese seguido el ritmo en su moneda de México y Chile, el peso colombiano estaría hoy a 3.500 por dólar. Las razones de por qué no sucedió esto son el escenario internacional, parcialmente el déficit de cuenta corriente, pero fundamentalmente la incertidumbre de propuestas de reforma e intervenciones del gobierno. El problema es que esa tasa de cambio más alta de lo esperado significa más inflación y afectación a los más pobres.
Todo gobierno elegido con un mandato está en su derecho de realizar las transformaciones que de este se derivan. Sin embargo, la prudencia al gobernar sugiere que dichos cambios deben ser coordinados y con la debida planeación que ameritan. De igual forma, la democracia recomienda que los cambios consulten el deseo de la mayoría de la ciudadanía y de quienes son expertos en los asuntos, para justamente evitar cambios que, a mediano plazo, destruyan lo construido y nos lleven a peores problemas. O simplemente porque se es elegido por una mayoría, en este caso simple, pero se gobierna para toda una nación.
Este fenómeno de “reformitis aguda”, cuando se hace a la carrera, sin la debida construcción de consensos o con lógica más de activismo que de racionalidad, exacerba la incertidumbre y puede conducir a más dificultades.
En el caso de la reforma a la salud, por ejemplo, por acelerar el paso se ha llegado a compartir información errónea por las redes sociales, que, sumado a la ausencia de construcción colectiva para la reforma, supone un desgaste político y, peor aún, alejan la posibilidad de lograr los cambios esos sí esperados por la mayoría en la sociedad (dignificación del talento en salud, énfasis en atención primaria o mejoras de infraestructura en zonas rurales)
El riesgo económico de lo anterior es que estamos eventualmente poniendo en peligro a corto y mediano plazo la atracción de inversión, que es la fuente de más del 80% del financiamiento del déficit en cuenta corriente. De no lograr las cifras esperadas, eso significará o más costo al financiamiento externo (y con ello un problema fiscal adicional) o mayores aumentos en tasa de cambio (y con ello más dificultad para contener la inflación).
Lo anterior se exacerba con decisiones hechas al calor de gobernar basado en la ideología como eventualmente intervenir las tarifas de servicios públicos afectando la inversión en el sector, controlar los aumentos de peajes y afectar al inversionista de infraestructura y el programa de APPs, intervenir sin sustento técnico aranceles o hacer anuncios equivocados sobre la transición energética en los que se pone en riesgo el grueso de la inversión que llegara al país en gas e hidrocarburos.
Aún hay tiempo de corregir, pero sobre todo entender que el que mucho abarca poco aprieta. ¿Qué tal si le bajamos a la inflación de reformas, construimos más consenso, y le damos más chance a que políticamente el país se gane ajustes provechosos para el futuro de todos?
*Rector Universidad EIA