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Como en septiembre suele alborotarse la oneomanía que tiene que ver con la lujuria de gastar, viene bien recordar el comentario de la pequeña Malena cuando vio salir de compras a su mami y a su abuela: van a comprar cosas necesarias que no necesitan.
Por Óscar Domínguez Giraldo - oscardominguezg@outlook.com
Mi nieta Ilona, de ocho años, es mi profesora de inglés. En ese idioma nos contó un sueño que tuvo. Su mami nos lo tradujo:
Mi sueño. Fui al parque y mis abuelos no estaban ahí. Luego vi dos pájaros que se veían como ellos. Después les dije ¿ustedes se comieron a mis abuelos? Ellos dijeron que no, que ellos eran mis abuelos y que un pájaro malo los había convertido en pájaros. Yo me fui a buscar al pájaro para que los convirtiera en humanos. Lo encontré y dijo que no y me convirtió en un pájaro también.
Cuando mi hermana se quitó las gafas antes de dormir, mi sobrina de ocho años la miró sorprendida. Tras unos segundos le dijo: “Tía, cómo vas a ver cuando sueñes esta noche?” (De la revista Selecciones)
Como en septiembre suele alborotarse la oneomanía que nada tiene que ver con el bíblico Onán sino con la lujuria de gastar, viene bien recordar el comentario de la pequeña Malena cuando vio salir de compras a su mami y a su abuela: van a comprar cosas necesarias que no necesitan.
Estoy aburrido, dijo Mateo camino de una fiesta de cumpleaños. Todos mis amigos tienen 6 años y yo me quedé en los 5 hace más de un año. (Del libro Palabra de niños).
A Amelia, de cuatro años, su abuelo le llamó la atención porque no quería almorzar. Esta fue la reacción de la niña: ¡voy a llamar a la policía porque tú eres muy feo!
Pregunta de José Luis a los cuatro años: “Abuelo, ¿puedes sacar a Dios de un sombrero?”. Con otra piyama he contado que esta historia dio origen a las 56 columnas – y un libro- sobre locos bajitos publicados hasta hoy. José Luis y su hermano Sebastián, residentes en Estados Unidos donde se graduaron con todos los honores, participaron en la reciente maratón de Medellín.
Me cuenta Carmen que «Zenobia y Juan Ramón (Jiménez) tenían en Puerto Rico una vecinita que iba a un colegio cercano a su casa. Un día la niñita volvió del colegio llorando porque la profesora la había castigado por mentir. Parece que habían leído algo de Platero y yo y la maestra dijo que el autor era un poeta conocido, pero que ya había muerto. La niña reaccionó y dijo: «¡Cómo va a estar muerto si es vecino mío!» Y la profesora la castigó por mentir. Al conocer la historia J.R. le escribió una nota a la profesora que decía: «Soy J.R. Jiménez, poeta y autor de Platero y yo, mi vecinita me ha contado lo ocurrido y le diré que estoy vivo aunque no coleando». (Del diario de Ricardo Bada, publicado en FronteraD)
¿Qué te hace feliz?, le preguntó la profesora a su alumna de cinco años. “La vida”, fue la respuesta.