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Columnistas | PUBLICADO EL 01 febrero 2021

HACE FALTA EL PROFE

Por David Escobar Arango *david.escobar@comfama.com.co

Querido Gabriel,

“Yo he añorado en estos tiempos de pandemia un Mockus del siglo XXI. Un gobernante que haya dicho ‘no es con los toques de queda, no es con la imposición, sino que es a través del diálogo, de generar conciencia en la mayoría de la población sobre la importancia colectiva de la norma social’ (...)”, afirmó Alejandro Gaviria en una entrañable conversación con Juan Luis Mejía y María del Rosario Escobar para el Hay Festival de Jericó. Cae bien esta reflexión ahora, al comprender que no hay un final cercano para el desafío del virus. Al leer la prensa y ojear las redes para entender qué está pasando en el mundo frente a esta nueva etapa de la pandemia, es evidente la autoridad de los gobiernos al decretar toques de queda, cuarentenas y cierres de fronteras. También vemos el rol de la ciencia y la empresa al lograr las vacunas. ¿Pero no sientes un vacío de diálogo ciudadano y de pedagogía? ¿Conversamos sobre cultura ciudadana? ¿Hablamos de alternativas al ejercicio de la autoridad que se reduce a cerrar o abrir, prohibir y castigar?

¿No crees que debemos aspirar a tener líderes políticos que conversen más? Necesitamos más autoridad moral y menos autoridad policial. ¿Qué tal volver a usar las artes y la cultura como vehículo para la educación ciudadana? Mockus, con su capacidad para llamar la atención y sus reflexiones de filósofo, nos mostró la ruta. En la era de las ideas aerodinámicas, como las llama Baricco, cuando un comentario en redes sociales viaja rápido esencialmente por sus propiedades virales, las preguntas, la teatralidad y los alegres desafíos de Antanas tienen total vigencia. En lugar del lenguaje del poder, necesitamos reflexiones creativas desde el arte y el juego para generar cambios de comportamiento que beneficien al colectivo.

Sin embargo, los tuits de la mayoría de los líderes políticos poco educan y aún no convocan suficientemente a la responsabilidad ciudadana. Se dirigen al público en tono imperativo o incendiario, buscando el “me gusta” o el retuit más que el cambio social y cultural. Vemos demasiados gobernantes que solo prescriben, ordenan, regañan y culpabilizan como si las personas fuéramos objetos y no seres libres. No nos ponen temas, nos mandan mensajes; poco escuchan, solo hablan.

¿Será que la necesidad de construir confianza y aceptación por la vacuna o la urgencia de insistir en el uso de los hábitos de cuidado ante el covid-19 ofrecen una nueva oportunidad para la cultura ciudadana? Si pudimos usarla para la movilidad o el consumo de agua, ¿qué impide que la aprovechemos para sobrevivir al virus o para que nos enseñe que querer a nuestros adultos mayores y personas vulnerables implica no quitarnos el tapabocas y no abrazarlos?

Ese tipo de liderazgo, desde luego, no es solo una técnica. Implica un espíritu, una actitud, requiere de mucha energía femenina, aquella que acoge y guía sin dominar. Para conversar hay que escuchar empáticamente y aceptar nuestra vulnerabilidad. Esa es la diferencia entre el líder que convence y el que conversa. El primero quiere demostrarnos que todo lo sabe y todo lo puede, que su inteligencia y su fuerza nos superan. El segundo nos reta al develar su humanidad. El líder que educa, y quizá por eso hace falta tanta falta el profe, sabe que no se trata de su fuerza ni de su poder, sino de nosotros, de nuestras posibilidades, de nuestra genuina aspiración a ser, como repite Alejandro, citando a Huxley “un poco más amables”

* Director de Comfama

David Escobar Arango

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