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Habitar es algo que se demora.
Cuando llegamos a vivir a un lugar, hay un tiempo de conocer que no es habitar todavía, porque aún hay miedos, cosas que no conocemos, cierta desconfianza.
Mi amiga, la escritora española Lara Moreno, escribió un libro que tituló Deshabitar y que describía cada una de sus experiencias en los 15 lugares en los que vivió en 12 años, todas en la misma ciudad: Madrid.
Dice Lara que está bien la idea de que lo personal es político: “uno se pregunta para qué están hechas las ciudades, ¿para vivir o para qué?”.
Su pregunta fue la pregunta que tuve durante todo el 2022. Cuando recordé todo lo que decía sobre la vida para los hijos: “cuando tienes hijos, intentas que la red de amistades, vecinos, gente del colegio... sea muy sólida, pero para que la red sea sólida necesita de un espacio común. Es necesario vivir ahí donde se desarrolla la vida de tu hijo.”
Pero es que, Medellín ya es una ciudad hostil para los niños.
Pienso.
¿Cómo habitar una ciudad que está cambiando?
La gente de Barcelona sabe más de eso, en esa ciudad hay algo que llaman “activismo de vivienda” porque llevan años viviendo muchos tipos de desplazamiento de la gente local, debido a los cambios que genera el turismo y venderse como el mejor destino playero del Mediterráneo.
Algo parecido esta pasando en Medellín y aunque hay una nostalgia vieja y conservadora que añora la ciudad de hace unos años, los cambios no me parecen negativos y me alegra que sea más atractiva para quienes quieren venir a conocerla.
Lejos de querer calificar el fenómeno de gentrificación tan particular que hoy vivimos, mi reflexión se refiere al movimiento y a todo lo bueno que trae el cambio, pero un poco también a nuestra forma de habitar los lugares donde vivimos, que define también nuestras formas de entenderlo todo, de ser, de estar, de compartir, de recibir y sobre todo, de cuidar.
El arquitecto finlandéss, Juhani Pallasma decía que: “Todo nuestro ser-en-el-mundo es una forma sensitiva y corporal de estar.”
A Pallasma lo descubrí cuando empecé a preguntarme en qué entorno y de qué manera mi hija podría crecer mejor, con más tranquilidad al menos.
Sin tanto ruido, sobre todo.
Este arquitecto hablaba de la permanencia de los lugares en el tiempo, “del espacio existencial vivido”, de habitar en colectivo.
Cuidamos lo que conocemos, lo que nos importa.
Esta es la evidencia de que lo personal sí es político.
Y podría servir de motivación para empezar un año electoral en el que todo lo que se parece a habitar, importa.
Los hábitos.
El hábitat.
Habitar es: tener de manera reiterada.
Recordando lo que tenemos.
Suma valor nuestra forma de estar.
Podríamos empezar este año recordando lo importante de tener mejores hábitos, como ya es casual en los deseos de casi todos, pero sumándole una causa que compartamos. Y que podría ser cuidar a Medellín.
No es que la queramos solamente, como cantábamos los que nacimos en los 80.
Sino que la cuidemos.
Que la habitemos mejor.
Que esa forma de estar en ella, sea equivalente a todo lo que nos importa .