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Dijo adiós a los 102 años, 10 meses, 2 semanas, 3 días y 6 hijos: Gloria, Astrid, Darío, Carlos Alberto, Rodrigo y Luis Javier, ya fallecido.
El 23 de enero recibimos este correo de la prima Gloria Giraldo Velásquez: “Nuestro papá Julito partió esta madrugada hacia los aposentos del Todopoderoso Creador. Gozará nuevamente de nuestra amada mamá Marinita. Gracias por su vida y por su ejemplo”.
Julio César Giraldo Jiménez lo bautizó el cura. Abuelo amoroso, sereno, alcahuete, ciudadano íntegro, ejemplar, hombre cívico, promotor de grandes causas, caritativo, convirtió su vida en obra de arte, algo reservado a los elegidos.
Descansa en paz un fuera de serie, mitad de Montebello y mitad de Abejorral, cuyas colonias animó siempre. En palabras de su hija Astrid, hacernos sentir mejor de lo que tú eras formaba parte de tu magia.
Como católico de amarrar en el dedo gordo lo espera una relajada hamaca a la diestra de Dios Padre. O a la izquierda. Dios no tiene presa mala.
También podría haber sido ateo, testigo de Jehová, musulmán, judío, cristiano. Cero sectarismos. “Liberal prudente” lo llamó un exalcalde de Montebello, su terruño.
Cumplía años el 6 de marzo como el nobel García Márquez. Y, como el de Aracataca, en los últimos años recibió la visita del señor Alzhéimer. Le metía goles al alemán y recordaba cosas. De pronto pedía el periódico o algún libro y “leía”.
Hace poco pidió por señas que le trajeran su sombrero, el bastón y la billetera. “Vamos”, ordenó. Quería significarle a su red de afectos que estaba listo para pasear. En un video bromeó desde la bruma de su desmemoria y admitió que lo iban a vacunar para que viviera más.
Esta vez el paseo era “más allá del sol”, una de las canciones que escuchamos en la misa de tres yemas en la Iglesia de Las Lomas, en Envigado. Su cuñado el padre Uriel Velásquez, de 90 años, ofició de concelebrante.
Se fue arropado por el Salmo 23, que leyó su hijo Carlos Alberto. El párroco, en una sentida homilía, recordó nuestra condición de mortales. Julio lo había leído en la Imitación de Cristo: “Hoy es el hombre y mañana no parece”.
Fue el primer periodista de la tribu como corresponsal de EL COLOMBIANO en el Abejorral de los años cuarenta. Nunca abandonó la disciplina de escribir. Dejó unas ricas y divertidas memorias de abuelo, testimonio de su época.
Su nieta Daniela, en una emotiva página, recordó que su abuelo le hacía sonreír el corazón y regalaba todo a los necesitados. Juliana, otra nieta, decidió recordar al abuelo sembrando en su casa esta trinidad ecológica: un guayacán amarillo, un guayabo y un arrayán.
Alegría, alegría, alegría por el hombre que se fue, y felicitaciones y estrepitosos aplausos a los hijos que le hicieron más amable la última parte de su travesía