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Miguel Uribe inspiró a una nueva generación de servidores públicos. Fue determinado de principio a fin, sirvió con decencia y excelencia. Su voz, firme en la denuncia contra quienes pretenden socavar la democracia, seguirá vigente.
Su decisión de aspirar a la Presidencia de la República fue inquebrantable: miraba siempre hacia adelante, como lo hacía frente al futuro de Colombia. A pesar de las dificultades propias de la política, buscó generar consensos.
Sirvió desde la política en un momento en que pocos, especialmente jóvenes, se atreven a hacerlo. Advirtió sobre los riesgos de la indiferencia y, como consecuencia, fue abierto e inclusivo.
Fue generoso y permitió que muchos participaran en su campaña. Convocaba siempre, insistiendo en la unión alrededor de su causa: la seguridad.
En el Senado habló con fortaleza y valentía. Hizo honor a su investidura y usó su tribuna para señalar a narcotraficantes, políticos corruptos y criminales que se fortalecen infundiendo terror. Lo hizo con un coraje atípico, sin cálculos, incluso a costa de su seguridad personal.
Su prioridad política fue la seguridad. Pudo haberse concentrado en asuntos menos espinosos, pero eligió lo correcto: poner sobre la mesa, de manera anticipada, el tema más urgente e importante para el desarrollo de Colombia.
En medio de la confrontación política, tuvo la capacidad de separar el argumento de la persona. Fue decente con sus palabras y respetuoso con sus contradictores, dejando un ejemplo de debate argumentado en tiempos donde los gestos y las frases destempladas parecen otorgar más réditos.
En lmedio de la tristeza que hoy se siente, vale la pena recordar la alegría, el optimismo y la entrega con que Miguel Uribe vivió y sirvió al país. Recorrer el camino que trazó con su ejemplo es la mejor manera de honrarlo.
Una oración por Miguel y por la fortaleza de su familia. Que haya justicia.
