Pico y Placa Medellín
viernes
0 y 6
0 y 6
Por Federico Hoyos Salazar - contacto@federicohoyos.com
En la madrugada del domingo 26 de enero de 2025, desde una ubicación desconocida, el presidente Petro detonó una de las mayores crisis diplomáticas de Colombia con los Estados Unidos. Petro, acostumbrado y ávido de la controversia política y filosófica, más propia de las tertulias de café que de la labor de un jefe de Estado, impidió que un avión con deportados colombianos aterrizara en el país. Probablemente, sin calcularlo y de manera inconsulta, el presidente tocó la fibra a la promesa central del presidente Trump de deportar a personas que de manera ilegal hubieran llegado a suelo americano.
Con la altivez y retórica con la que Petro se ha dirigido en términos despectivos a los presidentes Bukele, Milei y Netanyahu, esta vez lo intentó con Trump, exponiendo lo orgulloso que se sentía de ser un hombre testarudo que estaba dispuesto a dar su vida por defender la dignidad de la patria y cuya memoria sería defendida por los pueblos de Suramérica. Fiel a su estilo, Petro le proponía a Trump tomarse un whisky, al tiempo que evocaba la figura de Bolívar y hasta de Lincoln en esta ocasión.
Pues bien, la dignidad que encendió los ánimos patriotas del presidente colombiano quedó por el piso, después de que su juego diplomático, encendiera todas las alarmas económicas del país, ante la respuesta de Trump de imponer un arancel inicial del 25% a las exportaciones colombianas hasta llegar a un 50%.
Los gremios tuvieron reuniones de emergencia, se hicieron cálculos que estimaban la pérdida de un punto del PIB producto de esta retaliación, además de una interrupción de la reducción de tasas de interés por parte del Banco de la República. Las toneladas de flores colombianas, cultivadas con esmero y listas para ser enviadas al país del norte para adornar el día de San Valentín, se dieron por perdidas. Algo semejante ocurría con las toneladas de sacos de café colombiano.
Desde una ubicación desconocida, en medio de un estado de ánimo incierto y estimulado por sus deseos megalómanos de convertirse en un líder global contestatario y alternativo, Petro manoseaba los cimientos del acuerdo comercial más importante para Colombia e incentivaba la detonación del precio del dólar en Colombia, encareciendo los bienes más básicos de los habitantes de su país. Afortunadamente, el incendio fue apagado por algunos integrantes de su gobierno, con la cooperación de funcionarios de alto nivel del gobierno norteamericano que tienen vínculos con Colombia. El impasse pasó, pero la cicatriz queda y la dignidad que buscaba defender, se convirtió en indignidad, tanto por el estado de debilidad que deja al país en la relación bilateral, como por la exposición global que tuvo como el presidente que quiso enfrentarse a Trump y terminó sometido, en cuestión de horas.
Esta situación quedará como una anécdota más para la historia de los desaciertos del gobierno del cambio, lo grave es que aún queda un largo trecho de mandato y no es improbable pensar que, en algún otro momento, inflamado por las historias del Libertador y con el deseo intacto de convertirse en un líder mundial, en medio de otro paraje desconocido y bajo efectos insospechados de ánimo, una vez más, el presidente de Colombia agarre su teléfono, entré a su red social favorita e inicie otra crisis. En su último libro, Liderazgo, lecciones para el siglo XXI, el exprimer ministro británico Tony Blair escribe que, en las relaciones internacionales, la confianza es la moneda de transacción. Si esto es así, la moneda de la política exterior colombiana quedó más devaluada que nunca.