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Columnistas | PUBLICADO EL 27 mayo 2022

¡Ennio, Maestro!

Ennio Morricone logró conjugar poesía y prosa en sus composiciones musicales. Y con eso trascendió todos los ámbitos del mundo cinematográfico.

Por Lina María Múnera Gutiérrez - muneralina66@gmail.com

En el imaginario de todo cinéfilo existe siempre una pieza de música que lo conmueve. Esa que lo hizo vibrar de emoción, reír, llorar o morirse del susto. Cada película tiene por lo menos un fragmento que ilumina una escena y por eso un director entiende que las composiciones musicales que escoja, le permitirán enfatizar la historia que quiere contar. Pero aveces surge un genio como Ennio Morricone y entonces, en palabras de Bernardo Bertolucci, poesía y prosa se conjugan en una pieza músical y trascienden. El documental Ennio: El Maestro, de Giuseppe Tornatore, es un homenaje a ese compositor que al morir, a los 91 años, dejó 500 bandas sonoras de películas inolvidables que abarcaron todos los géneros posibles.

Y para dar fe de ello hablan músicos y directores como Quincy Jones, Bruce Springsteen, Quentin Tarantino, Dario Argento, Clint Eastwood, Brian de Palma y Bertolucci. Pero el eje central del documental es una entrevista entrañable que Tornatore le hace al Maestro para intentar descubrir a ese músico intuitivo, de formación exquisitamente clásica, pero siempre dispuesto a romper y experimentar. Un vanguardista que, con su sensibilidad única, lograba interpretar escenas con un estilo propio. Tan especial que, aún sin saber quién es el autor de una pieza musical en una película, es fácil distinguir cuál tiene el sello Morricone. Cinema Paradiso, El bueno, el malo y el feo, Érase una vez en América, Los Intocables, Novecento, La Misión o Kill Bill, para mencionar solo algunas, tienen la firma de Ennio.

El documental deja entrever una personalidad tímida para socializar, pero fuerte y segura en cuanto a su forma de comprender la musicalidad de una historia. Serio, de pocas palabras, pero con un dominio del lenguaje musical apabullante, consiguió que Passolini, quien solo utilizaba música de Bach en sus películas, se entregara por completo a sus interpretaciones. O se le plantó a Tarantino cuando este intentó convencerlo de que hiciera música semejante a la que ya había hecho en películas de otros directores. Pero el Maestro ni se repetía ni copiaba a otros. Veía su propia película y la contaba con su propia música como nadie más ha conseguido hacerlo.

Como todo artista cuya mirada va más allá del presente inmediato, Ennio Morricone fue incomprendido por sus compañeros de música clásica con los que se formó. Y siempre anheló tener la aprobación de su adorado profesor Goffredo Petrassi, uno de los grandes músicos clásicos del siglo XX. Ganó dos Oscar, pero se quedó sin la estatuilla en muchas otras ocasiones en las que todo el mundo pensaba que se la merecía. Tuvo siempre puesto el ojo en los nuevos cineastas y eso lo ayudó a no sentirse nunca fuera de su época. Respiraba música y para describir una idea prefería tararear a usar palabras. Dio tanto de sí que antes de morir dejó escrita una carta de despedida en la que anunciaba su muerte a sus conocidos y daba instrucciones para que su funeral fuese totalmente privado “solo por una razón: no quiero molestar”. Dicen que la discreción es siempre compañera de la grandeza. Y tienen razón 

Lina María Múnera Gutiérrez

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