Síguenos en:
Columnistas | PUBLICADO EL 09 diciembre 2022

Elogio de la ociosidad

No entiendo cómo algunos viven siempre ocupados, perdidos en mil cosas. Incluso he llegado a desconfiar de esas personas que permanentemente dicen que tienen mucho trabajo.

Por Diego Aristizábal Múnera - desdeelcuarto@gmail.com

En diciembre, el ímpetu que nos sostuvo durante el año empieza a flaquear. En las oficinas se mira el reloj con impaciencia y por más que haya que resolver algunos detalles de cierre o de planeación del próximo no se quiere hacer más. Por lo general los días son azules, como los recordaría Fernando Vallejo en ese libro tan bello que evoca su infancia repleta de pólvora y de globos y que en estas vacaciones valdría la pena volver a ojear.

Después del trabajo es necesario que el hombre se detenga, tome aire impregnado de ocio. El hombre también se justifica en la medida que descansa. Tal vez por eso me gusta tanto ese ensayo escrito por Bertrand Russell en 1932: Elogio de la ociosidad, una muestra clara de cómo el hombre si trabajara menos produciría más, al menos esa producción tendría más sentido en la existencia misma de la Humanidad.

El matemático y clarísimo escritor, premio Nobel de Literatura en 1950, propone en su texto que el hombre debería trabajar apenas cuatro horas intensas y el resto de las horas podría dedicarlas a “despertar aficiones que lo capacitaran para usar inteligentemente su ocio”. ¿Y esto qué significa? Pues dedicar tiempo a cultivar las artes, descubrir las ciencias, escribir libros, inventar filosofía, refinar las relaciones sociales. Todas esas cosas que por lo visto hoy son inútiles para tantos, pero que de no ser por estas, como lo dijo el mismo Russell, la Humanidad nunca se hubiera elevado sobre la barbarie.

No entiendo cómo algunos viven siempre ocupados, perdidos en mil cosas. Incluso he llegado a desconfiar de esas personas que permanentemente dicen que tienen mucho trabajo y no tienen tiempo para nada más, mientras infinidad de ventanitas de internet se abren y suman supuestas horas productivas de trabajo. Quien es disciplinado disfruta como nadie los placeres del ocio, los demás, aquellos que viven ahogados en “montañas de trabajo”, apenas saben qué es eso de la vida. “El hecho es que mover materia de un lado a otro, aunque en cierto grado es necesario para nuestra existencia, no es enfáticamente uno de los fines de la vida humana. Si lo fuera, tendríamos que considerar a cualquier bracero superior a Shakespeare”, escribió Bertrand Russell, quien dijo, además, que en este mundo moderno “fabricamos multitud de cosas que no se necesitan”.

A veces, me dan ganas de tener un perrito que se llame “Ocio”, que me recuerde que a pesar de todo en este mundo hay que sacar tiempo valioso para descansar, para salir a caminar sin destino, para aprender más sobre la contemplación o cómo es posible disfrutar la vida apenas mirando por la ventana, siguiendo los pajaritos despistados y, de vez en cuando, cazando uno que otro pensamiento incauto que se cruza por la mente y me recuerda que hay que sacar tiempo para vivir y civilizarse.

Diego Aristizábal

Si quiere más información:

.