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Triste es mirar el mapa de Colombia, no el tradicional con la división política sino el de cobertura boscosa.
El verde, prácticamente, desapareció del ombligo del territorio hacia el norte.
Y de ahí hacia el sur el panorama es ya bien preocupante. La Amazonia concentra el 75 % de la deforestación que en 2018 se incrementó. Aunque no se conocen las cifras, Minambiente cree que ronda por 270.000 hectáreas taladas.
Si en una hectárea de bosque denso hay más de 1.000 árboles, el año pasado arrasaron más de 270 millones.
Es un drama que no conmueve al país político y empresarial. Les vale huevo. El fin del conflicto interno con las Farc aumentó el problema.
El mapa muestra una Amazonia cada vez más recortada, una franja verde a lo largo de la costa del Pacífico, un manchón desconectado a lo largo de la Cordillera Oriental y dos o tres brochazos verdes en Antioquia, en donde no solo se pierde el Paramillo y se pela la Serranía de San Lucas sino que desde Urabá va despejándose el bosque hacia el suroeste, abarcando la zona nordeste chocoana, área del litigio por Bajirá víctima de monocultivos extensivos que a sangre y fuego se abrieron paso desde hace dos décadas al menos.
Es lo que sucede en la Amazonia: los terratenientes alientan la tala para acaparar más, fenómeno conocido en otras regiones con ayuda de otro tipo de violencia.
Esa pérdida de selva cambia el clima de una extensa franja del territorio. Se modifica el ciclo del agua y se pierde una riqueza biológica sin par.
Uno de los sitios más amenazados es Chiribiquete, declarado el año pasado patrimonio mixto de la humanidad. ¿Pero para qué? Se deja acabar sin que se enfrente el mal. Esta semana Parques Nacionales escogió los operadores turísticos que harán turismo aéreo sobre este parque (por tierra está prohibido, para el ciudadano común, no para el delincuente que tala).
En poco tiempo, sobrevolarán por sabanas que fueron bosque amazónico. Será lo único que encontrarán.
La deforestación es una tragedia nacional que no importa a quienes podrían evitarla. (En Antioquia hay 10 municipios con el problema, aumentan en vez de disminuir, tal es la indiferencia). El país político y empresarial anda en otro paseo. Ceguera sempiterna que nos tiene fregados. ¡Qué indolencia!
Un fracaso como sociedad.
Maullido: seguridad y medio ambiente, dos temas prioritarios en los que se raja la administración de Medellín.