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Columnistas | PUBLICADO EL 08 febrero 2023

El naufragio de nuestros medios

El grado de división del país es “severo”, lo que dificulta lograr acuerdos de gobernanza, aumenta la desconfianza en el poder y hace crecer la angustia por el futuro.

Por David Ernesto Santos Gómez - davidsantos82@hotmail.com

Los colombianos llevamos doscientos años sentados en un polvorín. Uno que ha explotado decenas de veces. La violencia -como un huracán que ha confundido partidos con clientelismo y complicidades con lealtades- nos arrastra sin descanso a lo largo de la frágil historia republicana. Parece que siempre hemos estado divididos y creemos también que nunca tanto como ahora. Pero nuestra vida nacional es la de una grieta ancestral. Profunda. Una que, para nuestra desgracia y aún con los enormes avances políticos y democráticos de las últimas décadas, no deja de crecer. Dice un estudio reciente de la consultora estadounidense Edelman que Colombia, con Argentina y Estados Unidos, conforma el trío de países más polarizado del hemisferio. El grado de división es “severo”, para usar el concepto técnico en el que nos encasillaron, lo que dificulta lograr acuerdos de gobernanza, aumenta la desconfianza en el poder y hace crecer la angustia por el futuro. Obtener un convenio en los aspectos básicos del enfoque económico y social se hace imposible y ante el imperioso deseo de comenzar de cero que trae cada nuevo gobierno, local o nacional, el país se empobrece.

La idea recurrente -y obvia- que aparece en las recomendaciones ante el diagnóstico es la necesidad de buscar canales de encuentro. Facilitar espacios para tender puentes. Pensaría uno que buena parte de esa labor le cae a los medios de comunicación, los masivos y tradicionales en buena medida, que tienen la capacidad de llegar a audiencias generosas. Pero es entonces en este punto cuando nuestra esperanza se esfuma. Porque no hay que ser muy eruditos para darnos cuenta de que nuestros periódicos y revistas y canales de televisión y páginas web y estaciones de radio -los más grandes, los que llamamos hegemónicos- están invadidos hasta las entrañas de la misma polarización que respira la sociedad. Es más, son promotores furiosos de la división, algunos pocos por sus creencias políticas y otros muchos por los beneficios económicos.

No hablo aquí de los espacios de opinión que resguarda cada medio, unos con mayor pluralidad que otros. Hablo de la información misma. De las noticias. Del enfoque tendencioso, subjetivo y, en ocasiones, manipulador de los hechos. De los titulares falsos y la redacción engañosa. Del cuerpo panfletario en el encarnaron algunas viejas almas del periodismo más clásico. Un recorrido rápido por las páginas informativas más visitadas en Colombia deja un listado patético de titulares con adjetivos, signos de exclamación y mayúsculas sostenidas. Confían en un lector de paso, irreflexivo, atrapado por la espectacularidad, que se acerca para ratificar sus convicciones y cebar sus prejuicios. Y así el círculo vicioso se cierra con medios que se alimentan de lo que cosechan mientras ensanchan una herida cada vez más compleja de cerrar. Estos altavoces no llaman a la concordia, ni la pretenden. No les interesa. Por eso venden y animan con furia las batallas de la sociedad.

David E. Santos Gómez

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