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Columnistas | PUBLICADO EL 31 mayo 2015

EL MISTERIO INSONDABLE DE DIOS

PorGabriel Jaime Pérez, S.J. franjosederoux@gmail.com

Cuenta san Agustín (354-430 d. C.) que en cierta ocasión, mientras caminaba por la playa, vio a un niño que intentaba vaciar toda el agua del mar en una concha de caracol, y así pudo comprender que la mente humana, por más esfuerzos que haga, es incapaz de abarcar el misterio insondable de Dios.

El lenguaje bíblico emplea la frase “Dios es Amor” (1 Juan 4, 8.16). El amor es plural: alguien que ama, alguien amado que le corresponde amando y la relación misma de amor entre ambos. Este es el misterio: un solo Dios que es pluralidad en la perfecta comunidad de amor, y por lo mismo unidad en la diversidad de personas. Es así como Dios Padre se revela en su Hijo Jesucristo, su Palabra hecha carne por obra del Espíritu Santo.

Muchos símbolos intentan expresar este misterio: el sol, fuente de luz, fuego y energía (el Padre es la fuente, el Hijo la luz que revela a Dios Padre y el Espíritu Santo el fuego que enciende la llama del amor); el triángulo: tres ángulos distintos y una sola figura geométrica; el trébol: san Patricio (387-461 DC), para presentarles el misterio de Dios a los paganos de Irlanda, señalaba en la hoja de esta planta sus tres componentes.

Joseph Ratzinger -luego Papa Benedicto XVI-, dice en la sección “Dios es trinitariamente uno”, de su libro “El Dios de los Cristianos”: ¿Cuántas veces hemos hecho la señal de la cruz sin recapacitar? Pues bien, otras tantas hemos invocado al Dios trino y uno. Por su sentido originario, esa invocación es renovación bautismal, aceptación de las palabras con las que nos hicimos cristianos y apropiación de lo que, en el bautismo, se infundió en nuestra vida (...). En aquella ocasión se derramó agua sobre nosotros mientras eran pronunciadas las palabras “Yo te bautizo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.

La fiesta de la Santísima Trinidad es ocasión de renovar nuestra fe en el misterio de Dios-Amor y reactivar nuestro compromiso de realizar lo que significa proclamarlo como com-unidad perfecta en la pluralidad de personas, empezando por la familia, llamada a seguir el modelo de la unidad trinitaria de Dios como auténtica comunidad de amor.

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