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El mazazo tributario

En los episodios de la discusión y aprobación de la reforma no pudo ser más deshonroso el papel desempeñado por los dos partidos tradicionales de Colombia, el liberalismo y el conservatismo.

Este 2023 se estrenó con una inflación del 13,12 %, cifra que supera todas las registradas en el presente siglo, con un país inundado de coca, con unos partidos históricos anarquizados y con nueva reforma tributaria que le da palo a las clases populares y medias.

Desde la campaña presidencial se esperaba que al ganar, Petro les caería a los colombianos con una draconiana reforma tributaria. El país estaba advertido de ello, sobre todo las clases populares, que fueron las que más se movilizaron para darle el poder. En este 2023 comenzarán a pagarse las consecuencias.

Refresquemos la historia. En los episodios de la discusión y aprobación de la reforma no pudo ser más deshonroso el papel desempeñado por los dos partidos tradicionales de Colombia, el liberalismo y el conservatismo. Perdieron el año en dignidad, más de lo que habían malogrado en decencia en años anteriores. Los rojos trituraron la jefatura única del expresidente César Gaviria. Lo desautorizaron al incumplir las pautas que había fijado este como líneas rojas que no eran negociables. De 50 congresistas liberales de ambas cámaras, sólo seis lo apoyaron. La debacle de su jefatura única se protocolizó. Derrotado, se levantó de la mesa dejando que la mermelada petrista hiciera sus estragos.

Los conservadores sueltos, sin jefatura alguna, confirmaron su proverbial silencio. Adoptaron lo que 25 años antes Álvaro Gómez había pronosticado como decadencia azul, “su cómoda actitud de no opinar, de no controvertir”. No querían poner en peligro sus gabelas burocráticas en un gobierno antípoda de sus principios y talante. Con su escapismo, el partido abandonó el campo ideológico, aun en los temas más sensibles para la opinión pública, como este de la reforma tributaria. Sus dirigentes practicaron la política de poner sus apetitos e intereses personales, con extrañas alianzas, sobre su ideario ideológico y valores éticos que dicen defender en sus programas. Con una boca llena de mermelada, que les impedía hablar, se acercaron a votar la reforma, sin alzar la voz. Una vergüenza más para la colección de sus últimas indecencias.

Los dos partidos históricos, en las reiteradas actitudes menesterosas que guardan con este gobierno, ya no constituyen alternativa de poder moral alguno para salir de las encrucijadas nacionales. Con el cuello desgonzado de tanto inclinar la cerviz, saben que este año habrá elecciones regionales y que quien se aparte de la disciplina gobiernista o no entre en sus coaliciones políticas, perderá su ración vitamínica.

Este año podrá ser bastante difícil. Subirá con fuerza la curva de la carestía. Y con ella un inatajable ciclo de arrepentimientos y angustias de contribuyentes y consumidores. Los votantes de las clases populares que llenaron las urnas de votos, ilusionados con el populismo, verán con desencanto y rabia cómo la inflación, que para ellos fue del 15 % y su canasta alimentaria encarecida en un 28 %, les romperá su capacidad de resistencia y de subsistencia con un salario mínimo ya reducido a su mínima expresión. .

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