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Columnistas | PUBLICADO EL 27 mayo 2022

El mal menor

Si hubiese real compromiso con el cambio, el debate debería centrarse en las ideas, las estructuras y los procesos. No solo en el perfil y debilidades de cada candidato.

Por Henry Medina Uribe - medina.henry@gmail.com

Cambio es tal vez la palabra más utilizada en esta campaña electoral. Ello obedece a que los candidatos entienden que el querer popular exige un cambio, que el pueblo lo demanda, comprensiblemente indignado y fatigado con las decisiones equivocadas del poder.

No hay un solo candidato que no lo proponga y lo haga eje central de su discurso; pero les sucede como a muchos que oyen la música, pero no saben dónde está la orquesta. Todos abundan en la caracterización de las problemáticas que nos aquejan, pero ninguno es suficientemente claro en concretar los objetivos y menos en indicar el camino para lograrlos.

Peor aún: la confrontación electoral resulta pobre en el debate de ideas y hechos, pero rica en la diatriba personal, lo cual de por sí la demerita. Si analizamos los discursos de los tres candidatos en contienda y con mayor opción, encontramos a Gustavo Petro, que pregona el cambio atacando al uribismo y las ejecutorias del actual gobierno; a Federico Gutiérrez, que descalifica a Petro como opción para liderar el cambio por populista y porque lo respaldan actores políticos indeseables; y a Rodolfo Hernández, que se apoya en un discurso que enfoca el cambio en la lucha contra la corrupción, de la cual precisamente se le acusa.

Opinaba en mi anterior columna que quien triunfe va a liderar una sociedad dividida y un país fragmentado. País con una democracia precaria, caracterizada por la débil legitimidad y gobernabilidad de sus instituciones; con una profunda crisis en su ética pública; con un pobre liderazgo político, mayoritariamente en manos de castas corruptas que menosprecian lo público y con procederes de creciente agresividad política. Pareciese, entonces, que el problema está más en las élites que en la base social.

Si hubiese real compromiso con el cambio, el debate debería centrarse en las ideas, las estructuras, los procesos, los instrumentos y los recursos y disponibilidades que cada proyecto demanda, y no solo en el perfil y debilidades de cada candidato. Lo que vemos es la ausencia del principio de responsabilidad, en los términos que lo concibe Hans Jonas y la Fundación para el Futuro del Hombre (FPH).

Aristóteles definió la política como “el arte de lo posible”. Creo que esas posibilidades hay que verlas en función de los fines estratégicos del bien común y del interés nacional, y no en la función táctica de destruir al adversario. Del deficiente ejercicio de la política surge lo innoble y lo inconveniente, matizado con deformaciones, exageraciones y caricaturas, siempre posibles, pero solo útiles para el fin inmediato y grupal, que es el triunfo en el día electoral. ¿Y lo posible para el bienestar de la sociedad nacional?

Este domingo es un día crucial para la vida nacional. Aunque ningún candidato sea la panacea, debemos, como acto de elemental responsabilidad democrática, cumplir nuestro deber de votar a conciencia.

Escogiendo el mal menor, estamos escogiendo el mayor bien posible y abriendo espacio a la esperanza 

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