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Columnistas | PUBLICADO EL 02 noviembre 2022

El lobo acecha las urnas

El posible infierno es real. El animal del retroceso se está comiendo a mordiscos los derechos más básicos en parte gracias a políticos que por años han actuado confiados como corderos.

Por David Ernesto Santos Gómez - davidsantos82@hotmail.com

La repetición de amenazas que no se cumplen - o su concreción a medias - termina por vaciarlas de credibilidad. Se ha dicho tantas veces en estos tiempos convulsos de la segunda década del siglo XXI que la democracia está en riesgo, en cada debate, en cada voto, en cada elección, en cada discusión académica y en cada bar, que el ultimátum se ha ido difuminando de a poco, tomando con el paso del tiempo una forma menos perentoria. Se anuncia con tanta frecuencia que el lobo está allí que ahora incluso las ovejas descreen.

Pero la semana que viene hay una fiera grande al acecho. Una amenaza que está ampliando su sombra a lo largo y ancho de Estados Unidos. En las elecciones legislativas del próximo martes 8 de noviembre el partido Republicano y el Demócrata se enfrentan las caras para barajar de nuevo las cartas en los denominados comicios de medio término. Los primeros, cooptados e invadidos por la extrema derecha trumpista, vociferan sin vergüenza los mayores disparates. Desde la mentirosa queja del robo de las elecciones presidenciales del 2020 a la insistencia para limitar los derechos de las mujeres. Los segundos, más liberales, gritan a todo pulmón que no es momento de que les recorten los apoyos, que cualquier voto cuenta, que perder escaños en el Congreso podría salir muy caro. Y tienen razón. El posible infierno es real. El animal del retroceso se está comiendo a mordiscos los derechos más básicos en parte gracias a políticos que por años han actuado confiados como corderos.

Las mayorías que los demócratas disponen en ambas cámaras son mínimas. Una decena de sillas, de 435, en la Cámara de Representantes y un empate en el Senado que se rompe gracias al voto de la vicepresidenta Kamala Harris. Perder esas ventajas, como parece que va a suceder, sería un golpe mortal a Joe Biden y a su presidencia a falta aún de dos años de mandato. Si ha sido difícil el proceso ejecutivo con el apoyo de la rama de las leyes, se hará imposible si la oposición toma el poder de ella. Se creará un muro insalvable.

Biden, que se ve cansado aún con los logros obtenidos, no es un mandatario carismático que pueda aupar nuevos apoyos. Por eso las caras largas en su bando. Por eso el pesimismo. La poca esperanza demócrata recae en un voto joven y de castigo a los conservadores radicales que, escondidos bajo la gorra roja del expresidente y faltos de ideas, utilizaron su fuerza opositora para limitar derechos y dividir al país con mentiras.

La posibilidad de que ese discurso gane las elecciones el próximo martes es angustiante. Es aterradora. Es una amenaza que, a diferencia de tantas otras, debería tomarse por real, más allá de cualquier demagogia. De resultar cierta sería el primer paso para un regreso de Donald Trump a la Casa Blanca. El mayor de los lobos

David E. Santos Gómez

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