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Ante esta tesitura, pocos dudan de que será necesario meter no ya la tijera, sino la motosierra en la economía argentina, como promete el candidato libertario Javier Milei.
Por Humberto Montero - hmontero@larazon.es
Que el peronismo populista ha llevado a una potencia económica como Argentina a la ruina es un hecho incontestable. Lo ha hecho, además, varias veces y de forma cíclica a lo largo del presente siglo. La última zancadilla la ha puesto el “kirchnerismo”, un sistema cleptocrático que ha hecho del latrocinio su modo de vida y que, con Alberto Fernández ahora en el poder, va a dejar un país en estado de calamidad y a las puertas de otro corralito, salvo que la dolarización real del país lo evite.
Como será la cosa, que la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) ha empeorado en cuatro décimas su previsión para la economía de Argentina y apunta ahora que el Producto Interior Bruto (PIB) del país se contraiga un 2% este año, frente a la caída del 1,6% que se esperaba el pasado junio. Además, para el año 2024, la OCDE también prevé una recesión en Argentina, con una contracción del PIB del 1,2%. En su anterior informe de junio, el organismo estimaba una expansión del 1,1%.
Para comprender la improvisación con la que ha gobernado Argentina el ”kirchnerismo”, con la incompetente Cristina Fernández al mando, primero, y de vicepresidenta luego, basta con ver lo que ha ocurrido con la expropiación de YPF. La petrolera estatal fue arrebatada a Repsol por Cristina y su “niño bonito”, el viceministro de Economía, Axel Kicillof. La energética española, que había rescatado YPF de la ruina, tuvo que aceptar 5.000 millones de euros o la nada por su participación mayoritaria. El resto fue absorbido por el “kirchnerismo”, entre ellas las participaciones de la familia argentina Eskenazi, que llegó a disponer del 25% de YPF por expreso deseo de Néstor Kirchner.
Los Eskenazi vendieron sus derechos de litigio al fondo Burford, que ahora ha logrado una histórica sentencia en Nueva York, donde cotiza también YPF, por la que Argentina deberá de indemnizarle por la expropiación por más de 11.000 millones de dólares de los 16.000 a los que se condena al país austral. El resto lo percibirían Repsol (con unos 1.500 millones) y algunas sociedades de la familia argentina Eskenazi, a pesar de que nunca pusieron capital propio en YPF, ya que compró su paquete con préstamos de Credit Suisse y de la propia Repsol con las acciones de YPF de garantía.
Un quilombo mayúsculo.
Ante esta tesitura, pocos dudan de que será necesario meter no ya la tijera, sino la motosierra en la economía argentina, como promete el candidato libertario Javier Milei. Y es que el país está al borde del abismo con una inflación superior al 140%, una tasa de pobreza del 40% y un desajuste monetario brutal que se refleja en que el dólar no oficial, el que mejor refleja el estado real de las cosas, cotiza casi al doble del artificial tipo oficial.
Como nadie confía en los políticos ni en el Estado, el quilombo se amplía y los más diez tipos de cambio, como el dólar “blue”, sirven de poco porque nadie quiere pesos, una moneda fallida sin credibilidad ni dentro ni fuera. Normal que la demanda de pesos haya caído al nivel más bajo en veinte años. Por el contrario, la oferta monetaria se ha multiplicado. Desde 2018, según el Banco Central argentino, la base monetaria ha aumentado un 443% y en diez años más de 1.961%.
Además, el Banco Central incluye una enorme bomba monetaria con la deuda remunerada (leliqs, pase) que supera el 12% del PIB. La base monetaria –Leliqs incluidos– ha aumentado un 1.050% en cinco años.
La dolarización parece la única opción para lograr que un país rico vuelva a la realidad, salde sus deudas y encierre a todos los saqueadores. Empezando por Cristina Fernández de Kirchner.