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La idoneidad de los miembros del gabinete del alcalde de Medellín ha sido cuestionada en múltiples ocasiones, desconociendo que el mismo Mesías había dejado a un lado sus funciones celestiales para perseguir una labor más noble: estar a cargo de Metroparques. Aparentemente el repertorio de similitudes se encuentra encabezado por su generosidad y la incapacidad de los demás mortales para reconocer las acciones propias de un buen samaritano que derivan en su crucifixión. Es necesario recordarle a Juan Carlos Gómez que su homólogo tenía 12 discípulos, no una fila de contratistas forzados a aplaudir logros inexistentes para llenar egos personales y que Jesús era el primogénito, no el tercero en la lista de sucesión de una administración corrupta.
El gerente de Metroparques aprendió lecciones valiosas de Jesús como ayudar al prójimo y es que, según un reporte de EL COLOMBIANO, Gómez es señalado de ofrecerle dinero a líderes de Medellín a cambio de datos para las campañas de Juan Carlos Upegui y Esteban Restrepo. Asimismo, es evidente que no aprobó el módulo de multiplicación de los peces y los panes, pero sí la de los contratos interadministrativos.
Es posible cuestionar el estado o la renovación de las atracciones del Parque Norte, la desviación de la contratación pública, pero no los milagros al interior de Metroparques. No hay otra forma de denominar la sorpresiva capacidad de la empresa industrial y comercial del Estado para atribuirse funciones ajenas a la razón de su creación para la ejecución de servicios logísticos y entretenimiento de la ciudadanía. Se convirtieron en expertos en adecuación de escenarios deportivos luego de modificar en el año 2020 su objeto social para poder ejecutar mayores recursos del INDER, incluyendo los del Presupuesto Participativo y Vigencias Futuras. Según denuncias del Concejo de Medellín, el INDER le ha entregado $170.000 millones a Metroparques por medio de contratos interadministrativos directos. De la administración de los parques pasaron al negocio de la poda y la jardinería, pues mientras el Jardín Botánico sufre por el déficit financiero, Metroparques reemplazó su labor y firmó en el año 2020 el convenio interadministrativo 4600087446 con el objeto “manejo de zonas verdes” por $5.250 millones. Por último, parece que la recreación de los medellinenses está relacionada con las oficinas del ISVIMED, pues en el año 2020 Metroparques firmó el contrato interadministrativo 513 cuyo objeto era el “mantenimiento y adecuación del inmueble ubicado en la carrera 53 # 47 22 pisos 10 y 12, para el funcionamiento de las sedes sociales del Instituto Social de Vivienda y Hábitat de Medellín -ISVIMED” por un valor de $1.014 millones.
Daniel Quintero le otorgó tanto a Metroparques como a su gerente el regalo divino de la omnipotencia, logrando que la entidad ejecutara la mayoría de funciones requeridas por su gobierno y dejando obsoleto al INDER, el Jardín Botánico y otras empresas especializadas en obras de adecuación general de oficinas y mantenimiento de redes eléctricas. Si Metroparques cuenta con los profesionales adecuados para cumplir el objeto social de otros entes descentralizados, ¿por qué la alcaldía sigue pidiendo presupuesto para los mismos?
La realidad es que Juan Carlos Gómez está lejos de ser el redentor de la ciudad y muy cerca de escribir su propia parábola titulada: Bienaventurados los que callan ante la corrupción de Metroparques.
