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Columnistas | PUBLICADO EL 05 octubre 2020

El encierro escolar una falsa libertad

Por juan josé garcía posadajuanjogp@une.net.co

Que en este país estamos rezagadísimos en educación, que en vísperas de la Cuarta Revolución Industrial apenas estamos acomodándonos en la tercera (internet, digitalización, información) y que las oportunidades de innovación de la pandemia han sido en gran parte desperdiciadas en materia educativa, son conclusiones que saltan a la vista, sobre todo porque ni el estado ni la llamada sociedad civil han instrumentado una gran estrategia para marcar un giro copernicano que transforme los conceptos, objetivos y métodos de formación de nuevos ciudadanos.

La primera equivocación ha consistido en desconocer la naturaleza integral de la educación y dejar en el plano abstracto del enunciado constitucional los propósitos y responsabilidades concretos de la comunidad educativa. Esta figura yace en el artículo 68 de la Carta. Sigue confundiéndose con la comunidad escolar o de aprendizaje, que se limita a quienes tienen como escenarios el aula y la escuela. La comunidad educativa abarca los hogares, los medios de comunicación y hasta el llamado mundo de la vida. Sus objetivos apuntan a promover la participación de la familia, de la comunidad y de otras instituciones en el proceso educativo y propiciar las acciones de organismos de cada localidad (bibliotecas, museos, casas de la cultura) que propendan al progreso, bienestar y superación de la vida comunal.

Ha sido sorprendente en estos meses la aparición de centenares de cursos de formación continua en universidades públicas y privadas. Ojalá ocurriera lo mismo con los colegios y escuelas. Con esa programación paralela pueden vincularse las comunidades educativas. Desde el Ministerio y las secretarías podría impulsarse ese cambio trascendental. Muchísimos adolescentes han administrado su tiempo al matricularse en programas nuevos, con los que han accedido a la capacitación en oficios y profesiones que están desplazando los antiguos y que no se ofrecen en los establecimientos tradicionales. Si maestros y padres de familia avanzaran en la reflexión pedagógica, aprenderían a enseñar distinto y a utilizar con adecuada selección fuentes abundantes y confiables de conocimiento, mediante el respaldo de prensa, radio, televisión y medios audiovisuales e informáticos, supervisados por las comunidades educativas, que asumirían sus deberes y derechos.

El cambio puede apoyarse en el replanteamiento de la gradualidad: La formación continua no debe dejarse como tarea terminal, para cuando concluyan los ciclos formales. La continuidad debe empezar desde el comienzo mismo de todo el proceso. Convenzámonos, sin tanto romanticismo y tanta nostalgia por los salones, los patios y los recintos escolares, de que, para muchísimos estudiantes, el encerramiento en el hogar con el recurso de la bienvenida virtualidad, ha sido muchísimo más provechoso como fuente de aprendizaje útil y de formación de una estructura ética y moral, que la falsa libertad de encerrarse en las cuatro paredes de una escolaridad anacrónica.

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