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Columnistas | PUBLICADO EL 05 febrero 2022

El doctor Poveda

Por ERNESTO OCHOA morenoochoaernesto18@gmail.com

El pasado 23 de enero, a los 91 años, murió en Medellín el ingeniero, historiador y escritor Gabriel Poveda Ramos. Para quienes lo conocimos, él siempre fue y seguirá siendo “el doctor Poveda”, a quien quiero hoy rendir un homenaje de admiración y gratitud antes de que empiece a correr, implacable, el calendario de los olvidos. Esa fosa común de la ingratitud en la que, en nuestra sociedad, acaban siendo enterrados, o cremados, muchos grandes hombres.

Conocí al doctor Poveda en 1980, en los comienzos del ya desaparecido periódico El Mundo. Como redactor, editorialista y columnista que fui en ese entonces en el recién fundado periódico liberal antioqueño, la mesita con la máquina de escribir en la que trabajaba estaba ubicada en un pasillo a la entrada de la oficina de Darío Arizmendi, su primer director. Contigua estaba la oficina de la subdirectora, la siempre bien recordada y apreciada Marta Botero de Leyva. Los días en que Poveda llevaba un editorial o su artículo de opinión semanal se paraba frente a mi mesa y charlábamos, si no es que nos tomábamos un tinto mientras lo recibía el director o la subdirectora.

Era un encuentro grato. El doctor Poveda esgrimía a toda hora una imperturbable e impertérrita amabilidad. La típica bonhomía que cautiva siempre. Era la suya una de esas presencias que yo llamo terapéuticas. Son personas que curan y apaciguan con solo estar a tu lado. Hablaba con voz tenue, casi apenas susurrante. Una charla iluminada por sus aportes de conocimiento en múltiples disciplinas. Pero no era una conversación fría, aséptica, sino sazonada con apuntes, gracejos, sonrisas y, cuando era necesario, críticas amablemente mordaces y certeras.

Como yo había vivido muchos años en Sonsón, donde había nacido el doctor Poveda en 1931, hablábamos de su pueblo natal, o de Purificación, en el Tolima, donde trascurrió su infancia. Y de la historia de Colombia y de Antioquia; de ferrocarriles y obras de ingeniería; de matemáticas puras y de esas otras matemáticas impuras de nuestra politiquería. Era inagotable el menú temático de quien fue, a mi juicio, por encima de muchos otros campos donde descolló, un maestro de los que ya quedaban pocos. Me atrevo a decirlo yo desde esta orilla del recuerdo.

No quisiera ofender ese recuerdo, y la ejemplar falta de vanidad del doctor Poveda, con un largo recuento de sus ejecutorias profesionales, sus muchísimos escritos reconocidos y laureados; en fin, de su larga trayectoria como profesor, como asesor de empresas, como historiador y muchos campos más en los que brilló este sonsoneño ilustre.

Como curiosidad quiero señalar que, husmeando en Google, el más completo informe biográfico de Gabriel Poveda Ramos, así como la más extensa bibliografía de sus innumerables escritos, los encontré en la versión en esperanto de Vikipendia: “Vikipendio libera enciklopedio”. Ignoro si el doctor Poveda sabía esperanto. Tal vez sí. Se acomodaba a su espíritu. Porque como el idioma internacional así fue él: un ser libre, abierto, más allá de las limitaciones y las estrecheces. Paz en la tumba del recordado maestro, historiador y amigo 

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