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El pasado 19 de noviembre comenzó a circular por las redes sociales un artículo firmado por Walter Block, titulado: El Contrato Yellow Dog: ¡Volvámoslo a Instaurar! el cual resumo a continuación:
El contrato Yellow Dog -contrato del perro amarillo- es un tipo de contrato que estipula que una de las condiciones para poder firmarlo radica en que el trabajador renuncie a afiliarse a un sindicato. El contrato no es diferente, en principio, a que usted vaya a una fiesta en casa de una persona y el dueño de esta exija que debe usted ingresar con un sombrero estrafalario. En efecto, le dice: “si quieres asociarte conmigo, haz de proceder en esta forma”. Usted es perfectamente libre de negarse, pero entonces, la otra parte no se asociará con usted. Es decir, no le permitirá entrar en su casa o no le dará empleo.
Ahora bien, imagínese que usted necesita un trabajo y que el empresario no lo contrata a menos que usted renuncie a sus derechos de asociación. Usted consideraría esta situación como injusta a pesar de no ser muy diferente a que usted se niegue a ir a la fiesta con un sombrero estrafalario, donde el anfitrión insiste en que se lo ponga, después de todo, es su casa.
Todos nosotros expresamos nuestro libre derecho a la asociación por medio de amenazas implícitas como las siguientes: Una esposa dice a su marido: Si te dedicas a jugar con nuestro dinero, te dejo. El marido le dice a la esposa: si te dedicas a salir con otros hombres, me divorcio de ti. El cliente le dice al vendedor: si me das un producto de mala calidad, nunca más me verás aquí. El propietario de un restaurante les dice a los comensales: si son incapaces de portarse bien, ya se pueden ir de aquí.
La libre asociación es un elemento muy importante de la libertad. Si no tenemos el derecho a asociarnos con aquellos que nosotros elegimos de forma mutua, pues nos convertimos de hecho y hasta cierto punto en esclavos. Lo inhumano de la esclavitud era que el esclavo no podía abandonar a su amo. El esclavo estaba forzado a “asociarse” con el dueño contra su voluntad.
El mismo principio se mantiene en el contrato Yellow Dog. Cuando se prohíbe la afiliación, resulta el empresario obligado a asociarse con un sindicalista en potencia. Al forzar al empresario a que se asocie contra su voluntad estamos coaccionando a un hombre honesto. En esta situación se está violando el derecho a la libre asociación voluntaria.
El argumento para negarle la libertad al empresario es que, sin sindicatos, caerían los salarios en picada a niveles ínfimos. Pero esto es totalmente falso. Los salarios se determinan con en base a la productividad del trabajo, productividad que proviene de la ardua y exitosa labor que seamos capaces de realizar, así como del equipamiento de que disponemos y de la cooperación que nos acompañe. El número de los trabajadores sindicalizados llegó a su cumbre hace unas décadas y luego comenzaron a declinar. Paradójicamente, durante esta marcada caída de la fuerza sindical, se dispararon los salarios en Estados Unidos.
¿Son de por sí legítimos los sindicatos? Sí son legítimos, si se ciñesen solo a exigirle al empresario cumplir las leyes laborales y sus acuerdos sindicales. Pero, de hecho, casi ninguno se comporta de esa forma. Lo que hacen es amenazar las propiedades, a los propietarios y a los no sindicalizados para elevar los salarios y las condiciones laborales más allá de las posibilidades económicas de las empresas.
El contrato Yellow Dog, concluye el señor Walter Block, además de salvaguardar los derechos a la libre asociación de los empresarios y trabajadores, sirve también como remedio contra los desórdenes económicos violentos de los sindicatos contra las gentes y contra sus propiedades. Así pues: ¡larga vida al contrato Yellow Dog, volvámoslo a instaurar!