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Hoy los niños no se limitan a pedir que les compremos un bluyín o unos zapatos sino que exigen que sean “de marca”. No solo demandan que llevemos el cereal que les gusta cuando nos acompañan a mercar sino que llenan el carrito con todo lo que se les antoja. Y lo peor es que sus demandas ya no se limitan a lo que quieren que compremos, sino que también son ellos los que deciden qué comeremos, qué veremos en la tele, a dónde iremos de vacaciones, etc.
Los hijos hoy nacen sumergidos en el consumismo; ese es su hábitat y en él se desenvuelven como pez en el agua. Y por eso a menudo tienen “voz y voto” en lo que compramos porque saben que, con tal de tenerlos contentos, les damos gusto en cuanta cosa se les antoje.
A pesar de que en nuestros países cada vez hay más gente pobre y necesitada, también hay cada vez más clientes para los millones de cosas innecesarias que quieren los niños. Y por eso ahora muy buena parte de la publicidad está dirigida a los menores de edad, debido a que el mercadeo descubrió su potencial como consumidores y se dio cuenta que son muchos, que exigen mucho y que tienen patrocinadores muy generosos: sus abuelos, su papá, su mamá, su padrastro, su madrina...
Como hoy la publicidad se infiltró en todos las rincones del mundo infantil, incluidos el hogar y el colegio, ya los niños no están bajo la guía y protección casi exclusiva de su familia y su colegio sino que hoy ellos son sujetos activos de la sociedad de consumo.
Lo grave es que, gracias al consumismo y a la comercialización de la cultura, los niños de hoy no tienen más guía que sus apetitos porque las artimañas de la publicidad les establecen qué deben tener y soñar, y por eso son estas las que están definiendo cómo serán y actuarán las generaciones del tercer milenio. Si no se toman medidas que controlen la cantidad y calidad de los mensajes publicitarios, si el sistema educativo no lucha por impedir la comercialización de la cultura o los valores y si los padres no rescatamos la moderación como un valor fundamental, la sociedad del mañana tendrá negociantes y consumidores muy exitosos pero ciudadanos espiritual y emocionalmente muy empobrecidos.