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Por Alejo Vargas Velásquez - vargasvelasquezalejo@gmail.com
Algunos están tratando de comparar el Contexto en que el Presidente Virgilio Barco mediante un decreto de Estado de Sitio dio inicio a lo que fue la Constituyente del 91, pero evidentemente parecen olvidar que en ese momento estaba vigente la Constitución de 1886, basada en la idea de la soberanía nacional y por consiguiente muy difícil de modificar por fuera del Congreso, adicionalmente con un contexto de violencia narcoterrorista muy intenso -cuatro candidatos presidenciales asesinados, oleadas de atentados terroristas indiscriminados, magnicidios, entre otros-, una sociedad fatigada de esa oleada de violencia y un Gobierno que había intentado acudir a varios mecanismos -plebiscito, acuerdo político el llamado Acuerdo de San Carlos, la vía del Congreso- para producir un cambio constitucional.
Adicionalmente con un intento de culminar procesos de negociación en marcha con organizaciones insurgentes.
Por el contrario el contexto actual se da en el marco de la Constitución del 91, una carta política sustentada en la soberanía popular y con múltiples canales para posibilitar procesos de reforma como el plebiscito, el referendo, la consulta, y por supuesto la vía del Congreso, todos ellos claramente reglados para ponerlos en acción. Por consiguiente no tiene ningún sentido pretender acudir a un proceso de participación directa y atropellando los procedimientos establecidos en la normativa.
Y por último sin claridad de qué tipo de reforma constitucional se aspira a promover en el corto plazo o si lo que se busca es expedir una nueva constitución. No hemos conocido la propuesta de un proyecto de reforma constitucional, si lo que se busca es modificar o eliminar los obstáculos a la participación ciudadana o aclarar el como y el cuando de las convocatorias a la participación ciudadana o del pueblo como prefieren enunciarlo otros, o de otros aspectos de nuestra carta constitucional.
Por todo ello es que consideramos que no tiene sentido enredarse en procesos tendiente a convocar constituyentes saltándose las instancias institucionales y por el contrario vemos en ese ejercicio, seguramente fallido, la posibilidad de despertar entusiasmos que es altamente probable solo dejen nuevas frustraciones en los ciudadanos.
P.D: ojalá tuviéramos en este último año de gobierno Petro la posibilidad de tener un Presidente buscando consolidar las cosas positivas que ha hecho y ayudando a corregir aquellas que no están funcionando adecuadamente y promoviendo los esfuerzos de reforma de otros sectores que no se han iniciado, y no un Presidente enzarzado en ‘peleas callejeras’ con sectores de la opinión en un proceso de desgaste innecesario.