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Columnistas | PUBLICADO EL 23 octubre 2022

El Congreso

Son infinitos los proyectos que se presentan en el Congreso, pero no necesariamente son valiosos para resolver los problemas de fondo del país.

Por Rafael Pardo Rueda - redaccion@elcolombiano.com.co

Unos de mis abuelos fue representante a la Cámara hace 90 años. Viendo que los representantes debatían, en discursos inútiles, improvisados y francamente intrascendentes, Tomas Rueda presentó una propuesta de su autoría. Decía la proposición: la cámara de representantes resuelve dedicar, de las cinco sesiones semanales que tiene reglamentariamente, cuatro para uso de los oradores espontáneos y una para el ordenado cumplimiento de las funciones que le corresponden. La proposición fue aprobada a pupitrazo limpio. Después la archivaron. Es una lástima que la hayan archivado. Casi un siglo después, dicha proposición funcionaría perfecto para el actual Congreso.

La razón es simple: el Congreso no ha cambiado. O ha cambiado poco, mayor representación sí, no es sino ver la diversidad de nuestra población allí reflejada. También hemos asistido a históricos debates por todos conocidos, pero su oficio deja mucho que desear. Ha sido la Corte Constitucional la que ha tenido en muchos casos que dirimir asuntos esenciales. Por eso necesita ser cambiado.

Empiezo por la representación, es deseable que cada parlamentario o parlamentaria, realmente represente a sus electores. Quienes los y las elijan deben saber qué intereses representan y a qué región.

Congreso unicameral y volver a la representación departamental (lo contrario a la representación nacional) es una de las fórmulas que aparecen. Recientemente Perú, Ecuador y Venezuela ha optado por tener una sola cámara.

Se argumenta, sin embargo, que son sistemas muy inestables. Y es cierto que las dos cámaras tienen una ventaja: la capacidad de reflexión en el tránsito entre una y otra. Aunque no es que los congresistas reflexionen mucho, con notables excepciones. Pero es un argumento.

Recordemos que la representación nacional fue producto de la constituyente. Antes, cada departamento tenía sus senadores (y los representantes) con lista única de cada uno de los partidos.

Recuerdo que en el trámite de reforma política en tiempos de Álvaro Uribe, varios legisladores fuimos a visitarlo. Teníamos un gran dilema, el mismo que sigue ocupándonos hoy: si listas cerradas o que cada elector decidiera por quién votar independientemente del lugar que el candidato ocupe en la lista. Uribe despejó el dilema: que cada partido tome sus propias decisiones. Eso quiere decir que el partido decide si listas cerradas o voto preferente. Y ahí nos quedamos desde hace veinte años. Incluso a la Corte Constitucional llegaron unas cuantas demandas contra el voto preferente (cualquier elector puede decidir por quién votar independientemente del lugar en la lista que ocupa), pero fueron infructuosas.

Hoy casi la mitad de los departamentos no tiene representación en el Senado.

La más reciente reforma política que se está discutiendo aborda el tema de que sólo debe haber listas cerradas. Una mujer y un hombre hasta que se acabe la lista.

Son infinitos los proyectos que se presentan, pero no necesariamente valiosos para resolver los problemas de fondo del país. Se pierde demasiado tiempo en discusiones inanes. Seguimos enfrentando el ausentismo y la escasez de voces privilegiadas en los grandes temas nacionales. Verdaderos debates de control político, tan necesarios hoy cuando se pretende reformarlo todo.

Hay por lo menos dos formas de reformar en Congreso. ¿Cuál es la óptima? Difícil responder en una columna, pero hay que dar esa discusión siempre pensando en lo que sirva a los intereses de los colombianos

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