viernes
0 y 6
0 y 6
La crisis ministerial de Petro a sólo ocho meses de gobierno fue la noticia de la semana pasado. Pero también merece atención el discurso del presidente en Zarzal, Valle, en la entrega de 1.000 hectáreas de tierra a 90 familias campesinas. Ese discurso, así como el del balcón de Palacio el primero de mayo, invoca el fanatismo, profundiza las divisiones del país, señala a diversos sectores, partidos políticos y esferas empresariales, como si fueran enemigos de los trabajadores, de los más desvalidos, de los activistas y sindicatos; es todo un mensaje antidemocrático. Pésima señal para un país que desde finales de los años 40 no ha logrado transformar de manera definitiva la tragedia de la violencia.
Es necesario que los partidos políticos, el Congreso y las Cortes dejen claro al presidente que Colombia es un país de tradición democrática y con división de poderes. Recordarle además, que si bien él llegó a la presidencia por las urnas, igualmente lo hicieron quienes hoy representan en el Congreso de la República a miles de colombianos. El Congreso es para debatir, para concertar, para mejorar proyectos de ley a partir de distintas miradas, ideologías y concepciones. En la democracia se construye y se dialoga, no se impone. Paul Collier, profesor de la Universidad de Oxford afirma en una entrevista reciente que democracia “significa inclusión y procesos de participación ciudadana”; por eso, según él, hay democracias malas para escuchar diferentes voces y otras con capacidad de construir diálogos, a partir del respeto recíproco, solidario y equitativo. Eso es lo preocupante del timonazo reciente de Petro al pretender gobernar exclusivamente para quienes hacen parte del Pacto Histórico (“Hemos tratado de cumplir esa directriz del pueblo que se expresó en las urnas”), sin diálogo y respeto por los contrarios y con amenazas como “sin reformas habrá revolución” o que sin estas se acabarán las EPS y los fondos de pensiones.
El cambio no es solo como lo concibe Petro: lucha de clases, dogmático estatismo (fracasado en diversos países), y la lucha revolucionaria. El cambio se da a través de una política pública eficaz “y basada en evidencias” (Velez, 2023), un buen Plan de Desarrollo, y la concertación de leyes en el Congreso que beneficien a un gran número de colombianos. Es decir, el cambio no se hace con deseos, ideologías, promesas y tweets, sino con la acción. Como dijo este fin de semana el senador Humberto de la Calle, Petro cree que “con su elección las reformas ya fueron aprobadas”. Resulta paradójico que su gran ejecutoria sea la reforma tributaria que encabezó el ex ministro Ocampo precisamente a partir de diálogos y acuerdos en el Congreso. Y así es como allí se ha tramitado el Plan de Desarrollo, un Plan que por primera vez enfatiza el agua, el desarrollo territorial y un enfoque que trasciende lo sectorial.
¿Dónde quedó entonces el discurso del 7 de agosto cuando afirmó “dialogaré con todos y todas, sin excepciones ni exclusiones... el diálogo será mi método, los acuerdos mi objetivo“?