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Hoy, 9 de agosto, es la fiesta de Edith Stein (1891-1942), mujer excepcional por su talento filosófico y teológico. Era impensable que se dedicara a la filosofía, pues en su ambiente se consideraba una profesión inútil, y más tratándose de una mujer, según la misma tradición filosófica.
La fidelidad a su carisma filosófico, que ella misma descubrió, es una de sus grandes lecciones para la educación ya desde el hogar. Sentía en ella una fuerza secreta que la impulsaba a descubrir la verdad de sí misma, de los demás, del cosmos y de Dios. Además, filosofía sin teología no es filosofía, y viceversa.
El hombre busca por instinto la verdad, y por eso es filósofo por naturaleza. Como pasa con Santa Teresa, que tiene la filosofía del sentido común. Constatación que Bergson lleva más allá al afirmar: “si mística es la llamada a la vida profunda, a la vida interior, entonces toda filosofía es mística”. Es este el mundo de Edith Stein.
Una noche, en casa de unos amigos, tomó al acaso el Libro de la Vida de S. Teresa de Jesús. Fue tal la pasión que despertó en ella, que lo leyó completo. En el último capítulo, esta afirmación le resultó deslumbrante: “Y así entendí qué cosa es andar un alma en verdad delante de la misma Verdad”. Y cerró el libro diciéndose: “aquí está la verdad”.
Edith Stein llegó a considerarse atea, pues no aceptaba el modo como practicaban su religión judía. Sin embargo, una cosa es Dios, y otra la religión. Hay personas que son arreligiosas porque no les convencen las prácticas religiosas, mas no ateas. De hecho Edith cuenta cómo en cierta ocasión vio a una mujer “que venía del mercado para hacer una corta oración, como una visita, y que luego se fue”. Stein dice: “Esto no lo podré olvidar jamás”.
La muerte de su amigo Adolf Reinach determinó también su religiosidad. Cuenta cómo la causa de su conversión fue la serenidad con que “mi amiga aceptó por la fuerza del misterio de la cruz el sacrificio que se le impuso debido a la muerte de su esposo”.
Edith Stein, Santa Benedicta de la Cruz en el Carmelo, en “La estructura de la persona humana” escribió: “Saber qué somos, qué debemos ser y cómo podemos llegar a serlo, es la tarea más urgente de todo hombre”. Consagró su vida a la filosofía, al amor de la sabiduría, a la verdad. Y por eso escribió: “Dios es la verdad. Quien busca la verdad busca a Dios, sea de ello consciente o no”.