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¿Qué ganamos deslegitimando y humillando al contrario?

El atentado contra Miguel Uribe parece no habernos hecho caer en cuenta del momento tan delicado en el que se encuentra el país.

hace 4 horas
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  • ¿Qué ganamos deslegitimando y humillando al contrario?

Por Diego Santos - @diegoasantos

¿Qué está pasando en el mundo? ¿Qué está pasando en Colombia? En un breve video, la periodista y subdirectora de Red+ Noticias, Paula García, apuntaba a la creciente deslegitimización del opositor como una de las razones principales de descuadernamiento democrático y social que estamos viviendo.

Y así es, pero mal haríamos en pensar que este es un problema solo de las barras bravas que abundan en las redes sociales. También es de quienes ostentan altos cargos de poder e influencia, quienes tristemente han perdido todo el sentido del decoro y de la responsabilidad en ser ejemplos en la defensa y la evolución de la democracia que nos rige.

Hoy priman el insulto, la deslegitimización y la humillación para responderle al contrario. El triunfador se alegra más de restregarle su triunfo al derrotado que de su propia victoria. La sensatez que debe imperar en esos momentos ya no existe. Parece pecado. Al contrario hay que aplastarlo sin miramiento, pareciera ser la consigna.

En el debate que sostuvieron el ministro de Justicia, Eduardo Montealegre, y el profesor Mauricio Gaona, sobre el decreto que convoca a la consulta popular, las reacciones en redes de personas que uno creería medidas y adultas se reducían a expresiones como, “¡Qué trapeada!, “Era responderle, no humillarlo”, “Gaona se comió a Montealegre y lo dejó como lo que es, un payaso!”.

Ante la reforma laboral aprobada por el Senado, los miembros del Pacto Histórico salieron a destruir a los gremios y a los empresarios. “Se acabó el esclavismo en Colombia!”, “Lloren, desgraciados. Con el pueblo no se juega”, “¡Chuuupen!”.

Lo anterior puede parecer chistoso, pero es de una gravedad extrema. Deslegitimar y humillar al contrario es la semilla más corrosiva para desestabilizar y destruir una democracia. Cuando se deslegitima al adversario, no solo se está atacando a la persona o a un partido, sino que se socava la credibilidad de todos el sistema democrático.

La constante insultadera abre la puerta a la apatía ciudadana, al desencanto y, en casos extremos, como los que estamos llegando en Colombia, a la búsqueda de soluciones fuera del marco democrático. La práctica antes mencionada tiene consecuencias peligrosísimas, como lo es el incremento de la violencia política y social. Lo estamos viendo no solo en Colombia, sino también en países como en Estados Unidos, donde ya ha fallecido una política por un atentado.

El atentado contra Miguel Uribe parece no habernos hecho caer en cuenta del momento tan delicado en el que se encuentra el país. Los llamados a bajarle el tono son para dejar de deslegitimar y humillar al otro. Si no somos capaces de entender la responsabilidad que nos cabe a cada uno de nosotros eso, entonces estaremos condenando a este país a un nuevo ciclo de violencia que nuestros hijos no se merecen.

Deslegitimar y humillar al contrario es jugar con fuego en una democracia. Es un veneno lento que corroe la confianza, divide a la sociedad y, en los casos más graves, puede llevar a la violencia y al colapso de las instituciones democráticas. Si el contrario es así, usted no tiene porqué reaccionar igual.

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