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Las capitales en Latinoamérica han terminado siendo parte de la maldición del subdesarrollo, concentrando la actividad económica dentro de estados intervencionistas y corporativistas.
Por Diego Fernando Gómez - opinion@elcolombiano.com.co
Los salarios son los determinantes de la estructura de ingresos en la población. El que tengamos mayor o menor inequidad está determinado por estos, y los del decil de mayor ingreso son los que terminan incidiendo en mayor grado en el nivel de desigualdad.
En un cálculo de coeficiente Gini ponderado por deciles, Bogotá tiene un índice de 0,52 y Medellín de 0,48. La ironía que evidencia el análisis es que el factor preponderante termina siendo los salarios del estado o los derivados de las estructuras de regulación que el mismo ha impuesto. Tenemos un Estado generador de inequidad vía nómina.
Al analizar la microdata de la Gran Encuesta Integrada de Hogares para 2024, estructurándola por deciles y luego estableciendo cuáles son las actividades económicas que generan los mayores ingresos se evidencian unas estructuras construidas luego de la Constitución del 91 y de las reformas liberales de principios de los 90.
Dentro de las primeras 15 actividades con mayor número de empleos y e ingresos están los profesores (universitarios y de colegios), el personal de la salud y los empleados del sector judicial. Representan el 20% de las personas de mayor ingreso en Bogotá y el 16% en Medellín. Las personas vinculadas con actividades estatales de la rama ejecutiva son el 12,4% en Bogotá y el 4,3% en Medellín. Las actividades de mercado que están dentro del grupo de mayores ingresos son el 60,1% del total de los empleos de Bogotá y el 75,2% en Medellín.
Otro efecto que se evidencia en el análisis es el generado por ser el centro de decisiones públicas, lo que implica que empresas multinacionales, por ejemplo, en el campo de la informática, se asienten en las capitales. Esto se destaca en los dos rubros de mayor ingreso en el análisis.
Las capitales en Latinoamérica han terminado siendo parte de la maldición del subdesarrollo, concentrando la actividad económica dentro de estados intervencionistas y corporativistas. Colombia tiene la fortuna de tener un grupo de grandes ciudades que compensan las dinámicas territoriales. Es sobre esa base que deberíamos construir mayores autonomías que permitan competir globalmente en un siglo que será más de las ciudades y regiones que de los estados.