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Ver videos de niños que, en el lado norte de la frontera (en EE.UU.) creen haber concluido su largo viaje e intentan mantener su infancia jugando con arena y piedras, rompen el alma.
Por David E. Santos Gómez - davidsantos82@hotmail.com
Los rumores sobre el destino de los niños migrantes que en los últimos años llegaron sin sus padres a Estados Unidos sobrevolaban las conferencias de seguridad nacional fronteriza. La semana pasada, en un reconocimiento oficial, el anuncio heló la sangre: el gobierno de Washington “no sabe dónde están” cerca de 32 mil niños y niñas que arribaron a territorio norteamericano en los últimos años. Es muy posible, reconocen, que muchos de ellos hayan sido cooptados por grupos delincuenciales dedicados al tráfico laboral y sexual.
Según el informe oficial del Departamento de Seguridad Nacional entre el 2009 y el año pasado cerca de medio millón de menores sin sus padres fueron recibidos y posteriormente liberados por el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE por sus siglas en inglés) y aunque la idea era que todos regresaran para cumplir con una cita con los tribunales que definiera su futuro, la burocracia, la falta de comunicación y la incapacidad de la entidad, atravesada también por una disputa política entre funcionarios republicanos y demócratas, degeneró en una pérdida masiva de información sobre la localización de los migrantes.
La idea de que menores de edad hagan solos la peligrosa travesía que lleva de sus países (mayoritariamente de Centroamérica) a Estados Unidos es escalofriante.
La esperanza que tienen los padres que los envían es que, una vez en territorio estadounidense, los niños puedan reunirse con familiares que están allá y empiecen rápidamente una nueva vida a la que ellos llegarán más adelante. Sin embargo, el plan -que es una locura- no siempre se cumple y el resultado es un infierno. Los niños y niñas no logran conectarse con aquellos que los están esperando y, sumidos en una maraña burocrática y problemas de comunicación, terminan por quedar a merced de la delincuencia.
Las imágenes de menores recluidos en centros de detención, que parecían viejas jaulas de zoológico, a la espera de que los oficiales migratorios definieran su futuro, explotaron en los medios de comunicación hace un par de años y la culpa cayó por igual a republicanos y demócratas.
Ahora, estos nuevos datos llevan el caos migratorio a un nivel de deshumanización peor. Ver los videos de niños que, en el lado norte de la frontera creen haber concluido su largo viaje e intentan mantener su infancia jugando con arena y piedras, rompen el alma.
El gobierno Biden promete modificar las oficinas que tienen a su cargo el tema migratorio, pero en tres años que lleva de mandato los avances son insuficientes. En plena campaña por el Salón Oval, valdría la pena un compromiso más claro y verificable para mejorar la situación migratoria.
En medio de tanto ruido, de renuncias de candidatos y convenciones partidistas, de ataques por la economía y la seguridad, el asunto de los niños desaparecidos aún no tiene el peso que merece. Cuesta pensar en asuntos de política doméstica que lo superen en urgencia.