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La sombra

Cuando se pierde la democracia, es cada vez más difícil recuperarla. Las historias de dictadores tropicales que abandonan el poder para refugiarse con sus bolsillos llenos de lingotes de oro en el sur de Francia se vuelven cada vez más escasas.

12 de enero de 2025
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  • La sombra

Por David González Escobar - davidgonzalezescobar@gmail.com

“¿Existe una democracia en Colombia?”, fue una pregunta de “Sí o No” durante un debate en Caracol Televisión entre los candidatos de la consulta del Pacto Histórico, incluidos Gustavo Petro y Francia Márquez. La respuesta fue unánime: “No”, con los atriles de todos los candidatos iluminándose de rojo al instante.

Anecdótico.

O quizás no tanto.

Al momento de escribir esta columna, sin presentar una sola prueba del supuesto fraude cometido en las elecciones de julio, Maduro se acaba de proclamar presidente de Venezuela en un acto exprés, realizado en un pequeño recinto cerrado, en medio de una Caracas militarizada y con escasa presencia internacional, salvo representantes de países como Irán, Cuba, Rusia y, tristemente, Milton Rengifo, embajador de Colombia en Venezuela. Este último, según comentó a RTVC, no se enteró de la orden de captura contra Edmundo González y otros abusos cometidos contra los cercanos al presidente electo porque estaba “en el campo, de vacaciones”.

A última hora, meses tarde, esta semana, Petro finalmente afirmó en su cuenta de X, la gaceta oficial, que las elecciones en Venezuela no habían sido libres, aunque atribuyó la situación al “bloque”, no a Maduro. Una reacción tardía y tibia que contrasta con la premura con la que el presidente descalificó el confuso y fugaz secuestro de María Corina Machado: a pesar de que este fue confirmado y rechazado por organismos como Human Rights Watch, Petro corrió a refutarlo como “fake news”.

También tarde, la Cancillería colombiana rechazó las violaciones a los derechos humanos contra los opositores venezolanos. Sin embargo, esto no impidió que Colombia fuera uno de los pocos países en avalar al régimen venezolano con su presencia durante la consumación del fraude. Ahí quedamos, lamentablemente, para la foto.

Sin embargo, la posición y actitud de Colombia probablemente habrían tenido poco impacto para contrarrestar lo ocurrido. Lo que pasa en Venezuela es un recordatorio angustioso de una realidad que persiste en América Latina: nuestra proclividad hacia el autoritarismo y, peor aún, la creciente capacidad de estos regímenes para perpetuarse en el poder.

Según Latinobarómetro, una encuesta realizada desde 1995 en 17 países de la región, apenas la mitad de los latinoamericanos considera que la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno: para 2024, el resultado promedio en América Latina marcó un 52%. En Colombia, la cifra fue aún más baja, alcanzando solo el 48%: a pesar de nuestra larga tradición democrática de esta “tierra estéril para la dictadura”, como la definió alguna vez Alberto Lleras Camargo, la democracia, tanto en América Latina como en Colombia, no puede darse por sentada. Basta con remontarse a 1970, cuando el autoritarismo dominaba prácticamente todo el continente, salvo en Bogotá y Caracas, para recordar cuán frágiles pueden son nuestras democracias liberales.

Y no solo eso, sino que cuando se pierde la democracia, es cada vez más difícil recuperarla. Las historias de dictadores tropicales que abandonan el poder para refugiarse con sus bolsillos llenos de lingotes de oro en el sur de Francia se vuelven cada vez más escasas. Las dictaduras de Cuba y Nicaragua, al igual que la de Venezuela, parecen afianzarse con cada año que pasa, y los nuevos autoritarismos que emergen, como en El Salvador, muestran pocas señales de seguir trayectorias distintas.

Y así, frente a un gobierno que en campaña negó la democracia colombiana que lo llevó al poder y que, mientras denuncia fascismos y dictaduras en todas partes, se resiste a condenar el régimen autoritario del país vecino, la lección del robo de las elecciones en Venezuela y la pusilánime actitud del gobierno colombiano debería ser clara: de cara al 2026, no olvidar quiénes estuvieron, tímidamente o abiertamente, del lado del chavismo.

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