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Descansa en paz, Care Torta. Ganaste la estrella más importante, la de la vida. Esa que brillará en el firmamento cada que juegue el poderoso y que iluminará la tribuna en cada gol.
Por Dany Alejandro Hoyos Sucerquia - @AlegandroHoyos
Ser hincha del Medellín no es para todo el mundo. Hay que tener resiliencia, pasión y una buena dosis de masoquismo para soportar los retos emocionales que surgen cuando se pone el estado de ánimo a depender de un gol. Ser hincha del DIM aporta a la formación del carácter, lo supe desde pequeño cuando fui el muro hacia donde los otros chutaban sus burlas. Una de esas mofas era llamarme “Care torta”.
Ahí fue que conocí al hincha que decidió cambiarse el nombre por el apodo. Su nombre de pila es irrelevante. Care torta, fue su sino, su identidad y la de una hinchada que no se rinde, que como el ave fénix muere en las derrotas pero renace en cualquier partido simple con una jugada maestra o con un gol agónico. Los hinchas del DIM no necesitamos de mucho para amar al poderoso, lo amamos gratis, y eso ha sido un placer culposo que nos ha llevado a la perdición varias veces.
Recuerdo a Care Torta y a esos hinchas añejados en una resignación abonada por las decepciones. Siempre fieles al equipo. Cada año su fe inquebrantable los hacía ir al estadio a rezarle al Dios del fútbol para que su equipo fuera campeón. “Este año sí”, se convirtió en un lema, una consigna de batalla y también en una burla. Aun así, ellos siguieron firmes y muchos se fueron sin verlo campeón.
En el año 2002 la magia del fútbol decidió hacer su truco justiciero y premió a esos fanáticos que ya no esperaban nada. Después de 45 años Medellín quedó campeón de la mano de Víctor Luna, quién para coincidencias de la vida y la muerte, también murió este 2024. Care torta fue feliz, el balón le entregaba la recompensa a tantas tardes gritando goles mientras corría con su bandera de lado a lado de la tribuna y a tantos días regresando afligido a su casa. La estrella oculta en el brumoso cielo por fin se dejaba ver.
Fue hincha sin títulos y después lo vio quedar campeón cuatro veces. Los de pensamiento básico pueden decir que fue infeliz; los soñadores, en cambio, vemos a un ser que se jugó la vida por un amor onírico, por aquello que carece de lógica: amar a un equipo de fútbol que muchas veces no te corresponde, anhelar una victoria con la que tangiblemente no se gana casi nada. Pero, ¿qué es la vida sino celebrar los triunfos ajenos como propios? ¿No es bello acaso juntarse en un abrazo desconocido con la excusa de un gol? Así vivió Care Torta, amando profundamente su pasión, con el temple y la tenacidad de aquel que sabe que puede perder, y eso es aún más encomiable, puesto que la derrota es la prueba estoica del espíritu.
Descansa en paz, Care Torta. Ganaste la estrella más importante, la de la vida. Esa que brillará en el firmamento cada que juegue el poderoso y que iluminará la tribuna en cada gol.