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No puedo imaginar un mundo sin mi pareja, sin mis hermanas, mis tías o mis primas. Y qué triste sería mi vida sin amigas. Las mujeres me han hecho lo que soy, sin ellas hubiera tenido más éxito el concierto de Shakira en Medellín.
Por Dany Alejandro Hoyos Sucerquia - @AlegandroHoyos
No soy capaz de imaginar mi infancia sin la caricia suave de mi mamita Leo cuando metía sus manos en mi pelo, sacudía mi cabeza suavecito mientras yo tomaba chocolate con pan. Esa caricia hacía que las vitaminas de la comida se multiplicaran.
No quiero imaginar mi vida en el campo, cuando tenía ocho años, sin que mamita Elvia me sobe la barriga con matas de paico para calmar el dolor de estómago de un niño que se retorcía desesperado.
No es posible imaginar mi vida sin mi mamá ayudándome a hacer las tareas. Recuerdo la vez que tenía que hacer un diccionario y ella estuvo un fin de semana entero escribiendo la tarea conmigo. Después de trabajar toda la semana a doble turno, se dedicó a esa labor dispendiosa e inútil. Saqué la mejor nota y prometí en silencio que no volvería a llevar tareas para la casa.
Que mágico fue conocer los ojos de aquella mujer que amé por primera vez, con la que soñé en silencio y fui novio en mi mente, la que besé tantas veces, de la que nunca pude recibir nada más allá de una sonrisa condescendiente porque era veinte años mayor que yo, un niño de seis años.
Ellas han sido la chispa de mi vida, mis cómplices, consejeras, las que me ponen los pies sobre la tierra cuando el ego me hace levitar con inexistentes ilusiones. No puedo imaginar un mundo sin mi pareja, sin mis hermanas, mis tías o mis primas. Y qué triste sería mi vida sin amigas. Las mujeres me han hecho lo que soy, sin ellas hubiera tenido más éxito el concierto de Shakira en Medellín.
Sería un mundo insípido sin su afecto, su aroma, su calor, su forma de amar, sin esa sonrisa, sin aquellas caricias. Esto seria un platanal peor sin su capacidad para crear, resistir y transformar con fortaleza el mundo que las rodea. Ellas construyen sobre las ruinas, se han abierto camino como la mata que crece entre las piedras y florece. Entre más las conozco siento que necesito aprender de ellas.
Que sería de la salsa sin Celia, del cine sin Meryl Streep, del murito de Barranquilla sin Shakira, de Yo me llamo sin Amparo, de RCN sin Betty; la literatura sin Virginia Woolf, sin Lispector, sin Dickinson. Ellas que tienen la capacidad de ver el detalle íntimo del alma, de llevar la emoción hasta regiones inexploradas.
La verdad es que mi felicidad ha sido dibujada por ellas, han sido la trinchera en la que me he refugiado de la monotonía porque la mujer es sorpresa. Envidio su capacidad para amar sin egoísmo y disfrutar con solo sentir el placer del otro. Admiro el talento para soportar el dolor, cargarlo en su interior y transformarlo en algo bello.
La conclusión obvia es que sin ellas no hay vida, pero más allá de eso, la existencia, además de aburrida, sería un limbo sin poesía, sin chispa.