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Necesitamos aprovechar el potencial transformador de la tecnología de manera ética y equitativa, al tiempo que nos comprometemos a proteger y preservar el planeta.
Por Daniel Duque Velásquez - @danielduquev
Dos temas fundamentales marcarán nuestro paso por la tierra en los próximos años e incluso meses, y poco parecen importarnos: la inteligencia artificial (IA) y el cambio climático se han erigido como dos desafíos monumentales que demandan la atención y el compromiso de la sociedad moderna y los gobiernos.
Por un lado, la IA, con su capacidad para procesar grandes volúmenes de datos y generar insumos, promete revolucionar nuestra vida diaria. Por ejemplo, en la atención médica, la IA ya puede ser utilizada para diagnosticar enfermedades y personalizar tratamientos. Asimismo, en la movilidad urbana, los sistemas de IA pueden contribuir a optimizar el tráfico, reducir la congestión y mejorar la seguridad vial, por mencionar solo algunos ejemplos.
No obstante, este avance también trae consigo desafíos éticos y sociales. Por ejemplo, la automatización del trabajo plantea interrogantes sobre el futuro laboral y la equidad económica. Según el FMI, la tecnología afectará alrededor del 40% de los empleos globales, llegando al 60% en economías avanzadas. Esto significa pérdida de empleos en varios sectores. Además, preocupa la privacidad de los datos y el sesgo algorítmico, lo que requiere una regulación adecuada para proteger los derechos.
El aprovechamiento adecuado de la inteligencia artificial en la toma de decisiones estratégicas será crucial para la competitividad. Por lo tanto, es fundamental que los gobiernos se enfoquen en asegurar el acceso generalizado a esta tecnología, evitando así ampliar las brechas de desigualdad.
Por otro lado, el cambio climático representa una amenaza existencial para la humanidad. El aumento de las temperaturas, la acidificación de los océanos, los fenómenos meteorológicos extremos y la pérdida de biodiversidad son solo algunas de las manifestaciones de este fenómeno global. Por ejemplo, la creciente frecuencia e intensidad de los huracanes en el Caribe y la devastación causada por los incendios forestales son ejemplos alarmantes de los impactos del cambio climático en diferentes regiones.
La intersección entre la IA y el cambio climático ofrece oportunidades para abordar esta crisis desde una perspectiva innovadora. Por ejemplo, los sistemas de IA pueden ayudar a analizar datos climáticos a gran escala, predecir tendencias climáticas y optimizar la eficiencia energética. En la agricultura, la IA puede mejorar la gestión de cultivos, reducir el uso de pesticidas y maximizar los rendimientos agrícolas de manera sostenible.
Sin embargo, debemos ser conscientes de los riesgos asociados con la dependencia excesiva de la tecnología como solución única para el cambio climático. La implementación de la IA debe ir de la mano con regulación, participación ciudadana y un enfoque holístico que aborde las causas subyacentes de la crisis climática.
Tanto la IA como el cambio climático nos desafían a repensar nuestras prioridades, valores y acciones como sociedad. Necesitamos aprovechar el potencial transformador de la tecnología de manera ética y equitativa, al tiempo que nos comprometemos a proteger y preservar el planeta.
En este sentido, el humanismo, la solidaridad, la cooperación, la innovación y el liderazgo público son fundamentales para enfrentar con éxito estos dos retos monumentales y construir un futuro más justo, sostenible y próspero para las generaciones venideras.