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La labor de control social es esencial en cualquier democracia. No puede depender de coyunturas ni agotarse con un liderazgo.
Por Daniel Duque Velásquez - @danielduquev
La salida de Piedad Restrepo de la veeduría Todos por Medellín marca un momento de reflexión para la ciudad. Esta economista lideró durante cinco años una tarea titánica: consolidar una entidad ciudadana como referente nacional en el cuidado de lo público. Su renuncia, producto de un acuerdo con el consejo directivo, deja preguntas abiertas sobre el futuro de la veeduría y sobre la continuidad de una voz que fue clave en los últimos años.
No es exagerado afirmar que gran parte de los logros de Todos por Medellín se deben al liderazgo de Piedad. Bajo su gestión, la veeduría realizó denuncias que marcaron la agenda pública de la ciudad, en particular durante la administración de Daniel Quintero. Las irregularidades en la junta directiva de EPM, los cuestionamientos a múltiples contrataciones y la revisión de programas como Buen Comienzo, Parque de las Aguas, Presupuesto Participativo y Aguas Vivas, derivaron en procesos que terminaron con la imputación de 43 funcionarios, incluido el propio exalcalde. Fue, sin duda, una labor valiente que incomodó a muchos.
Uno de sus mayores retos fue demostrar que el control ciudadano no tiene color político. Los ataques de la administración de Quintero, que intentó estigmatizar a la veeduría como una oposición disfrazada, obligaron a Restrepo y a su equipo a insistir en la independencia como principio rector. La manera de defenderse no fue con discursos incendiarios, sino con investigaciones serias, pruebas documentadas y denuncias sustentadas ante Fiscalía, Procuraduría y Contraloría. Esa insistencia en el rigor permitió pasar de rumores y chismes a evidencias verificables de corrupción sistemática en el conglomerado público.
Como concejal, tuve la oportunidad de conocer de cerca el trabajo de Piedad. Siempre mantuvimos una relación institucional y colaborativa. Conversábamos con frecuencia sobre los casos que cada uno investigaba desde su propio rol y nos apoyábamos mutuamente en distintas denuncias de corrupción para defender los intereses de Medellín. Esa sinergia entre el control político y el control social fue clave en tiempos en los que el poder quería imponer el silencio.
Durante la actual administración, la veeduría también venía levantando preguntas importantes, como el desfinanciamiento del SIATA y otros temas del Área Metropolitana. Sin embargo, desde el 19 de septiembre, cuando se publicó el comunicado que confirmaba la salida de Restrepo, la cuenta de la veeduría no ha emitido un solo mensaje en redes sociales. De hecho, el último trino antes de eso fue el 1 de septiembre. El silencio preocupa, más aún cuando ya varios miembros del Consejo Asesor habían renunciado en meses anteriores.
La labor de control social es esencial en cualquier democracia. No puede depender de coyunturas ni agotarse con un liderazgo. Cuidar lo público no es un asunto de un gobierno o de una administración, sino una tarea permanente de la ciudadanía.
Por eso, el mensaje que quiero enviar a los financiadores de Todos por Medellín y a su consejo asesor es claro: defiendan la independencia de esta institución, cuídenla y fortalézcanla con el tiempo. La salida de Piedad es significativa, pero no puede convertirse en el principio del fin de una organización que le ha hecho tanto bien a la ciudad.