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Sobre Egos subidos

hace 1 hora
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Por José Guillermo Ángel R. - memoanjel5@gmail.com

Estación Mirar Por Encima, a la que llegan los que no caben en la ropa (ninguna talla les sirve), los que se creen Tarzán (que aprendió a escribir y leer solo y mató a un leopardo para hacerse los calzoncillos), los que se miran en el espejo y se ven duplicados o triplicados a través de gafas oscuras los que consideran que con saber poco ya están en capacidad para opinar mucho, los que desprecian cualquier conocimiento que no sea el suyo, los que practican un coaching severo y se sienten con cualidades ilimitadas, los que suben a un cargo y desde allí lo ven todo diminuto y posible de barrer, los que adquieren poder y lo que debería ser autoridad lo convierten en amenazas, los que no oyen sino que se oyen, los que están llenos de títulos y no han hecho nada que los respalde, los cazadores de reconocimientos para estarlos mirando narcisamente, los que sueñan que no van a morir porque la cuenta en el banco lo compra todo (la criogenia, la eternidad), en fin, de soberbios estamos llenos y uno se burla y ríe, pues hacen parte de este circo en el que la cabra se cree más grande que el elefante sobre el que está montada.

El Yo (Ego), que debería decirme hasta dónde llego (pues yo mismo no me puedo decir mentiras), está cada vez más desbarajustado y, subido, se usa para controlar miedos y complejos de inferioridad, asuntos insatisfechos y pasiones tristes (envidia, rencor). Y ese Yo, fracturado por el deseo, lo vemos en los gobiernos y en la economía, en las artes y en los deportes, ya sea entre gente que ejerce el poder o en los mandos medios y hasta en las bases (los micropoderes de los que habla Foucault), donde querer estar por encima es lo que reduce la condición humana y el reconocimiento al otro como entidad necesaria.

Por ejemplo, yo, para escribir está columna, he necesitado de muchas entidades, todas indispensables. Escribo porque me ha llegado información y uso computadora, porque por otros he sabido de gramática y estilo, por el periódico que la publica, por mi biblioteca y sus escritores, porque pude desayunar sin saber hacer platos ni cubiertos ni criar gallinas ni hacer tostadas ni mesas ni taburetes (esto sin contar con que no sé hacer ropa ni zapatos y menos refinar gasolina ni hacer llantas etc.). ¿Qué tal que todo este tinglado no existiera ni me diera la mano? Claro que, si fuera soberbio, creería que todo lo hice yo solo. Y alguien me miraría y diría: debe estar perdido.

Acotación: En este momento los egos subidos están dañando las democracias, magnificando el ridículo y cambiando la inteligencia por emociones. Y entonces, uno se dice: al menos puedo untar mantequilla (que no hice), sobre un pan fresco (que tampoco hice) y seguir vivo por otros.

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