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Más allá del caos, lo que quedó en evidencia es que el presidente está perdiendo el respaldo de sus aliados ideológicos más cercanos. La izquierda que lo llevó al poder se resquebraja.
Por Daniel Duque Velásquez - @danielduquev
El martes 4 de febrero, Gustavo Petro tomó una de las decisiones más polémicas de su mandato: nombró a Armando Benedetti como su jefe de Despacho. Benedetti, un político tradicional con múltiples cuestionamientos por corrupción y machismo, pasó a ser el nuevo hombre fuerte del Palacio de Nariño. Su llegada desató una tormenta dentro del gabinete. Ministros provenientes de la izquierda consideraron su designación una afrenta y, ante la creciente tensión, el presidente optó por una salida insólita: televisar el consejo de ministros.
Lo que debía ser una reunión de trabajo sobre la crisis humanitaria en el Catatumbo se convirtió en un espectáculo de reproches y desconfianza. Petro abrió la sesión acusando a sus ministros de no cumplir con las metas del gobierno, amparándose en un informe que decía que de 195 compromisos de gobierno asumidos, 146 no habían sido cumplidos. Uno a uno, los ministros fueron interpelados; algunos optaron por defenderse, otros aprovecharon la oportunidad para expresar su rechazo al nuevo jefe de Despacho, mientras Benedetti guardaba silencio y tomaba notas en una libreta.
El resultado fue desastroso. Al día siguiente, Jorge Rojas, quien iba a coordinar el gabinete desde el Departamento Administrativo de la Presidencia, renunció al considerar que el nombramiento de Benedetti lo dejaba sin funciones. Horas después, el ministro de Cultura, Juan David Correa, también presentó su dimisión, señalando que no podía aceptar a un maltratador de mujeres como su superior. La crisis escaló con la salida de la ministra de Ambiente, Susana Muhamad, quien había sido una de las voces más críticas en la reunión televisada y era, además, una de las personas más respetadas por el petrismo en el gabinete. Perdió la batalla y dejó el cargo, a pesar de haber liderado iniciativas clave para el gobierno como la COP16 de biodiversidad en Cali.
El espectáculo en vivo no solo expuso las profundas fracturas del gobierno, sino que evidenció un problema estructural: Petro no tiene un equipo sólido ni una estrategia clara. Con la renuncia masiva de ministros y la solicitud protocolaria de dimisión a todo su gabinete, el gobierno alcanzó un récord preocupante: 43 ministros en dos años —y contando, tras las renuncias protocolarias solicitadas este lunes por el presidente—. Este nivel de rotación impide cualquier continuidad en las políticas públicas y condena a la administración a la improvisación permanente.
Más allá del caos, lo que quedó en evidencia es que el presidente está perdiendo el respaldo de sus aliados ideológicos más cercanos. La izquierda que lo llevó al poder se resquebraja, mientras su compromiso con figuras cuestionadas como Benedetti se refuerza. La pregunta es inevitable: ¿qué poder tiene Benedetti sobre Petro? Su cercanía desafía toda lógica política, lo que alimenta la sospecha de que el mandatario está maniatado por información comprometedora en su contra.
El consejo de ministros televisado pasará a la historia como la radiografía de un gobierno que se hunde en su propia inestabilidad. Mientras tanto, el país sigue esperando soluciones a problemas urgentes como la crisis en el Catatumbo, que ni siquiera alcanzó a discutirse.