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Este año también

hace 12 horas
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Por Daniel Carvalho Mejía - @davalho

Este año, otra vez, la ciudad se viste de rojo. De nuevo vemos a los hinchas del Poderoso peregrinar, creyentes y emocionados, hacia una nueva ilusión. Desde todos los barrios irán bajando, envueltos en su esperanza rojiazul, en busca de la comunión con la gloria, convencidos de que nadie podrá robarles la ilusión.

Este año, nuevamente, el fútbol nos da una lección. De nuevo vemos triunfar al colectivo por encima de la individualidad, la cooperación por encima de la competencia interna. Este DIM es un equipo donde la figura no es una estrella rutilante y costosa, sino la unidad de un grupo. Lo vimos con el PSG, que tuvo que prescindir de sus estrellas para ser campeón de la Champions League; tal vez lo veamos con este DIM, que tiene más orden que arrogancia y más orgullo que prensa. Quizás seamos capaces de ver eso como una metáfora de la vida, en una época en la que la fe parece extinguirse y donde el egoísmo se convierte en el refugio de los desesperanzados.

Este año, como ya es costumbre en la ciudad más futbolera del país, el Atanasio es escenario de una final del fútbol colombiano. De nuevo el Atanasio lidera la lista de asistencias gracias a dos equipos, dos hinchadas y una cultura local de fútbol que se han convertido en referentes. Una vez más vale la pena soñar con un estadio renovado, a la altura de una ciudad de renombre mundial: un escenario digno de acoger no solo la habitual final colombiana sino también una final de Copa Libertadores; un escenario acorde con la ambición de una ciudad que recibe artistas del balón y de la música de talla internacional.

Por fortuna, esta pasión inexplicable vuelve a circular por nuestras venas en estos días, haciéndonos olvidar los fracasos, las derrotas y los errores que hasta hace poco nos llenaban de dudas. Lo confieso: varias veces dejé de creer, varias veces colgué los guayos de la esperanza tras ver que la justicia divina parecía darnos la espalda. Lloré, maldije... y volví. Volví a la tribuna, volví al anhelo, volví a la ilusión.

Volví, porque así ha sido nuestro camino: espinoso, fangoso, difícil, como el camino de la ciudad que lleva el nombre de nuestro equipo. Volví porque, como ella, aprendimos a secarnos las lágrimas y el sudor tras cada periodo difícil, y a mirar de nuevo al frente, con resiliencia, con resistencia, con la fe del trabajador, con la terquedad del emprendedor, con la abnegación del padre de familia. Porque este equipo es una identidad, un manifiesto, una forma de decirle al mundo y a la vida que el amor es el medio y es el fin. Que no se vive simplemente para ganar, sino para sentir. Que el Deportivo Independiente Medellín es mucho más que un equipo de fútbol. Que es muy bonito y es muy hermoso ser un buen hincha del Poderoso.

Vamos, Medallo: este año sí. Este año también.

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